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Jorge Alcalde

Los rusos saben de esto

Ahora sí. Después de varias muertes anunciadas y sus consiguientes resurrecciones, la MIR parece que ha llegado a su final. Nada puede ya rescatarla del destino de caer en una zona segura de la Tierra durante los primeros meses del año que viene. Ni siquiera los últimos intentos de algún millonario loco dispuesto a convertirla en destino turístico han dado resultados. La “vieja dama del espacio”, como la bautizaron sus creadores soviéticos, dirá adiós al mundo cruel mientras su fulgurante sucesora (la ISS) la observa con contenida prepotencia.

A su muerte, se sucederán los homenajes póstumos. Como con todo ser humano, después de finiquitada le llegarán los mayores elogios, incluso de aquellos que la denostaron y se mofaron hasta el escarnio de los múltiples fallos, accidentes y dramas que le tocó padecer. Porque, aunque en los últimos años la MIR haya sido protagonista de las más rocambolescas aventuras (heces de astronauta flotando en la cabina, agotamiento de las reservas de oxígeno, accidentes de circulación en el cosmos) el balance final no puede ser más que optimista. El primer gran intento de construir una miniciudad habitable en órbita terrestre ha funcionado, incluso durante el doble de tiempo del que en un principio habían previsto sus creadores.

El cambio en el panorama político de bloques y la bochornosa actuación de la agencia americana NASA en sus inútiles intentos por llegar a Marte, han favorecido la creación de una digna sucesora de la MIR. La Estación Espacial Internacional (ISS) que estos días alberga a su primera tripulación humana, es producto de esta coyuntura histórica. En un principio, bajo mandato de Reagan, iba a llamarse estación Freedom, pero los soviéticos de entonces no podían permitirse el lujo de participar de un proyecto con tan democrático nombre. Más tarde se propuso bautizarla como Alfa, pero de nuevo los rusos protestaron, y con razón: Alfa significa “principio” y si alguna nave puede pasar a la historia como pionera, ésa es la MIR.

Bajo el aséptico nombre de ISS, la nueva estación no deja de ser un homenaje a la vieja MIR. De hecho, la NASA se ha esforzado en que los rusos sigan participando del proyecto, a pesar de sus constantes atrasos en la entrega de material y su falta de liquidez presupuestaria. No es una cuestión de generosidad, es simplemente que los cerebros rusos albergan las claves de cómo mantener a flote una nave de las dimensiones de un campo de fútbol mejor que nadie. La ISS, necesita la herencia de los ingenieros que ganaron la partida al resto del mundo con la MIR. Aunque no paguen.

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