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Jorge Alcalde

Pseudoseguridad social

Están la ciencia y la sanidad en España como para andar haciendo tonterías con ellas.

Están la ciencia y la sanidad en España como para andar haciendo tonterías con ellas.

Están la ciencia y la sanidad en España como para andar haciendo tonterías con ellas. Y una gran tontería es la que nos llega desde el Hospital General de Ciudad Real, gestionado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, es decir, con su dinero y el mío. Allí, desde el próximo 8 de mayo, el personal sanitario podrá cursar estudios... no de una nueva generación de herramientas terapéuticas o una batería de ensayos clínicos recientes... No. Recibirá un curso de reiki. Los diplomados sanitarios, técnicos sanitarios y auxiliares de enfermería de ese centro público podrán "conocer de primera mano un método alternativo de control de estrés y aprender a aumentar la capacidad de recuperación postoperatoria del paciente, así como estimular su sistema inmunológico y acelerar la eliminación de toxinas de la anestesia y fármacos"... con Reiki.

Como es necesario justificar el curso, sus organizadores aducen que

atender al paciente dentro de la concepción holística del individuo (sic) forma parte de una línea de trabajo cada vez más activa en la sociedad. Se trata de una actuación bio-psico-social (sic).

Las cosas claras: el reiki es una técnica de sanación espiritual que propuso en 1922 el santón budista japonés Mikao Usui. Se basa en un concepto tan bio-psico-social como éste: los sanadores pueden, en teoría, canalizar la energía del universo (reiki) a través de las palmas de sus manos y la transforman en energía (ki) de los seres vivos. De ese modo logran restaurar el equilibrio en el paciente, que se sana a sí mismo.

Esto es lo que van a poder estudiar, según nos informaban desde Teknautas, en el citado hospital manchego. Ignoro si veremos pronto a asistentes sanitarios imponer las manos en los chakras de un paciente recién operado. Si no fuera dolorosamente triste, podríamos imaginar un par de bromas sobre el ahorro en analgésicos que la medida de la Junta de Cospedal podría traer consigo.

Pero el problema es demasiado grave como para frivolizar. La mera intención de que los sanitarios manchegos se preparen para estudiar tal pseudomedicina supone la aceptación (al menos por delegación) por parte de las autoridades sanitarias de que existe un tipo de energía vital ki, que por supuesto ha escapado a cualquier intento de medición científica objetiva y que está en la base del padecimiento de ciertas enfermedades.

Ver colgada del tablón de anuncios del hospital la convocatoria del curso es una patada tan grande a la ciencia básica que deja en pañales a las gallinas mamíferas de los opositores a maestro. Hablar de que, además, esta técnica podría favorecer el sistema inmune de los pacientes es una ofensa que roza el delito de fraude.

Se han realizado más de 250 estudios clínicos para probar la efectividad de la imposición de manos como terapia. En ningún caso se han obtenido resultados mejores que los de la administración de un simple placebo. No es extraño, porque directamente es imposible demostrar la mera existencia de una energía vital que no emite radiación, que no calienta los aparatos de medición más sensibles, que no genera luminiscencia, que no vibra en ninguna frecuencia, que no mueve la materia a su paso...; vamos: que no es energía.

Los responsables del centro sanitario manchego, antes de abrir sus instalaciones a la legión del reiki, podrían haber consultado a Emily Rosa, la persona más joven que jamás haya publicado un artículo en una revista científica de referencia. A la tierna edad de 9 años, Emily vio un documental en TV sobre el reiki y, con un espíritu escéptico que envidiarán algunos gerentes hospitalarios, decidió diseñar un experimento para ver con sus propios ojos si funcionaba. La sencillez del protocolo era pasmosa: consistía en poner a un lado de una pantalla opaca a un experimentador y al otro a un sanador de los que emplean la imposición de manos. El sanador debía hacer pasar la mano por una rendija hacia el lado del experimentador, y éste podría decidir si ponía su mano sobre la del curandero (sin tocarla) o no.

Si el sanador fuera capaz de notar y canalizar la energía del cuerpo humano, debería saber si tiene una mano cerca para actuar sobre ella. Los resultados fueron los esperados. Ninguna persona sometida al estudio es capaz de acertar más de lo esperado por mero azar. A pesar de su aparente sencillez, el experimento cumplió todas las condiciones para una publicación científica y fue impreso en las páginas del Journal of American Medical Association en 1998.

Hombre, ya sé que los recortes en investigación científica en este país son de aúpa. Que los científicos patrios han dejado de recibir fondos europeos porque no pagamos nuestras cuotas, pero para una pantallita de cartón piedra y un par de sillas digo yo que tendremos. Propongo que las pongan en el Hospital General de Ciudad Real durante la celebración de las jornadas de reiki en mayo y hagan pasar por ellas a todos los maestros sanadores que impartan el curso. Si no son capaces de detectar el reiki universal sin mirar, ¡que devuelvan lo que hayan cobrado por los cursos!

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