Lo que de verdad está sucediendo en las tuberías del Tireless no lo podemos saber. Y quizás nunca lo sabremos. Simplemente porque el silencio es la moneda de cambio con la que los gobiernos británico y español pretenden pagarse favores, o ganárselos para el futuro (que tanto monta). Es un caso más, como el de las vacas locas o el de la legionelosis, en el que la información científica se enloda de intereses políticos antes de llegar a sus verdaderos dueños: los ciudadanos.
En el asunto del Tireless, la cosa sería relativamente sencilla. Bastaría con que alguien (a ser posible el portavoz de un comité independiente de físicos) respondiera de una vez por todas a unas simples preguntas. A ser posible con un sí y un no, o aportando los mínimos datos imprescindibles: sin intentar intoxicarnos por elevación, atiborrarnos de datos técnicos y confundirnos con jerigonzas científicas, que es la mejor manera de no informar y simular que se ha dicho mucho.
Primera pregunta: ¿El reactor del submarino está parado y frío o aún está caliente? En el primer caso, no es necesario ningún tipo de refrigeración y el calor residual se compensa con la disipación natural en el ambiente. En el segundo caso es necesaria una refrigeración forzada.
Segunda: ¿Si aún se refrigera el reactor con agua de la Bahía? Adónde va parar esa agua que está contaminada.
Tercera: Si la famosa grieta de la tubería es de naturaleza pasante, eso indicaría que se ha producido un goteo permanente de agua pesada (radiactiva) hasta su localización. Los expertos consideran que se han perdido 200 litros de ese líquido. ¿Dónde se han vertido?
Cuarta: Si a los técnicos del Consejo de Seguridad Nuclear español no se les permitió acceder a los paneles de control del submarino, ¿Por qué tuvieron el valor de emitir un informe sobre la situación favorable a los intereses de los gobiernos británico y español? ¿No habría sido más digno desde el punto de vista científico abstenerse por carecer de elementos de juicio suficientes?
El meollo de la cuestión reside en la cantidad de calor residual que emite el reactor y en la necesidad o no de refrigerarlo con aguas gibraltareñas. Pero eso sólo puede saberse desde la sala de medidores del aparato, un lugar al que nunca van a dejar pasar una bata blanca española. ¿O quizás sí? Sería la manera más rápida de acabar con todas las dudas de un plumazo.
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