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Jorge Alcalde

¿Quién teme al gen del arroz?

Como suele ocurrir siempre en ciencia, el anuncio del genoma del arroz ha ofrecido varias respuestas, pero suscita muchas preguntas. Algunas de estas preguntas son de índole técnica. Por ejemplo ¿cómo es posible que se haya tardado más es conocer la información genética de un grano de arroz que la del ser humano? La verdad es que el método utilizado para el estudio de las dos variedades de cereal ahora desveladas es parcial: se asemeja al utilizado por Celera Genomics en el caso del genoma humano, es decir, consiste en una técnica rápida de bosquejos y parches. El conocimiento completo del ADN de arroz está todavía por llegar. Hay que tener en cuenta que el arroz puede llegar a tener más genes que el ser humano, pero que, como otras especies vegetales, muchos de ellos no son más que meras copias que la evolución ha colocado en su material genómico como estrategia de supervivencia. Dificultan la tarea del investigador, pero no aportan información valiosa.

Pero no es ésa la cuestión más seria, sin duda, ante este avance trascendental. Importa más, por ejemplo, saber para qué sirve tal conocimiento. Los científicos nos advierten de que éste es el segundo vegetal del que se desvela el genoma, después de la Arabidopsis thaliana. La diferencia es que la arabidopsis es una mala hierba y el arroz es el cereal que sirve de alimento básico a un tercio de la población mundial. Parece lógico, pues, que su conocimiento íntimo haya despertado tanto interés en la opinión pública. Será más fácil a partir de ahora generar nuevas especies de arroz modificado genéticamente que se sobrepongan a las plagas, que sean más productivas o que requieran menos esfuerzo energético para su cultivo.

La tercera pregunta es más compleja: ¿Quién se va a beneficiar, realmente, de este hallazgo? En principio, está claro que lo hará la empresa suiza Syngenta responsable de una de las secuenciaciones y que ya se ha reservado el derecho a rentabilizar la información obtenida. En lugar de depositar los datos en un banco público, Syngenta ha llegado a un acuerdo con la revista Science para que cualquier investigador que quiera hacer uso de ellos tenga que pedir permiso a la compañía. Algunas voces críticas alertan de que esta práctica (que es un derecho inalienable de cualquier empresa que quiera amortizar la inversión efectuada en un nuevo producto) podría perjudicar el correcto desarrollo de la ciencia genómica pública.

Más es de temer, sin embargo, la timorata actitud de algunos gobernantes. Hemos de recordar que la Unión Europea mantiene una moratoria a todas luces anticientífica que prohibe el desarrollo de nuevas especies de productos transgénicos hasta que se "asegure que estas técnicas no producen ningún efecto indeseable". Es decir que, sea quien sea quien se beneficie de este hallazgo del arroz, lo que está claro es que quienes no se van a poder beneficiar son los agricultores europeos hasta que nuestros gestores dedican dejar de asesorarse por ecologistas furibundos y creer más en la razón de la ciencia.

De nada sirve que conozcamos cada vez mejor el misterio genético de la naturaleza si siguen sobreviviendo los miedos y los complejos sobre la biotecnología y sus formidables aplicaciones. Si todavía hay demasiados políticos que le tienen pavor a la palabra gen.

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