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Jorge Valín

Ciudadanos como marionetas

Los mayores falsificadores de dinero y principales causantes de la escalada del crudo y de las materias primas y del deterioro de las mal llamadas economías productiva y financiera son los bancos centrales

Si algo define a los políticos es culpar a cualquiera de las situaciones que ellos mismos crean. Eso hizo ayer el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO). En su discurso dijo que los responsables de la fuerte inflación española son las empresas.

Para MAFO y amigos, cuando la inflación tiene un buen comportamiento, entonces es un logro de los banqueros centrales, pero cuando se dispara buscan el primer chivo expiatorio y le cuelgan el muerto. Todo socialista sabe que las empresas son malas, por lo tanto, ¿quién va a dudar de que las empresas privadas son las responsables del continuo aumento de la inflación?

Los bancos centrales, mediante su política monetaria expansiva de dinero fácil o barato nos han conducido a la situación actual. Durante años se han dedicado a emitir dinero en todas sus formas (efectivo, depósitos…) diciendo que tal acción, además de empujar la economía, servía también para la estabilidad de precios. Han creando más oferta monetaria de la que la demanda puede absorber. En consecuencia, el único resorte para nivelar tan fuertes tensiones sólo puede ser el aumento de precios, es decir, inflación crediticia que a larga dispara al alza la estructura relativa de precios.

Antes, cuando alguien se dedicaba a fabricar más dinero del que tenía respaldado en metal se le llamaba falsificador, envilecedor de la moneda. Hoy día las cosas son algo diferentes, pero las consecuencias son las mismas. Si el banco central se pasa en la creación de dinero, el nivel de producción no podrá absorberlo y esto generará subidas de precios. Los mayores falsificadores de dinero y principales causantes de la escalada del crudo y de las materias primas y del deterioro de las mal llamadas economías productiva y financiera son los bancos centrales. Ellos poseen el monopolio de la emisión del dinero y son los garantes únicos de la estabilidad de precios. Por tanto, no tiene sentido criminalizar a otro por haber realizado mal su trabajo. Echar las culpas a las empresas (BdE) o a los asalariados (Banco Central Europeo) tiene tanto sentido como si la policía excusase el aumento de la criminalidad aludiendo a series de televisión como CSI. A propósito, los policías ingleses ya usaron tan lamentable estrategia para justificar su incompetencia. ¿Qué será lo siguiente? ¿Quizá culpar a los blogs de criminalística, a los libros, a programas como Caso Abierto y a las conferencias sobre la resolución de crímenes?

¿Es que nadie se ha cuestionado las pésimas políticas monetarias de los bancos centrales y la existencia de estos monstruos burocráticos? Sin ir más lejos, el pasado jueves Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, dijo que había un potente aumento crediticio y que por eso subía los tipos. ¿Y a quién sorprende algo así cuando ha sido precisamente él quien no ha parado de hacer inyecciones de liquidez y ha permitido que la M3 sigua subiendo a ritmo de dos dígitos? El Banco Central Europeo tendría que haber atajado esta situación hace años. Ahora, aplica una tímida política monetaria restrictiva a medio plazo, mientras que en el corto plazo (resulta difícil llamar cortoplacista a algo que se lleva haciendo desde hace más de un año) se está mostrando totalmente expansivo. ¿No son más bien estos experimentos contradictorios los que desestabilizan el mercado?

Esta irresponsabilidad e hipocresía nos lleva a lo más indignante. ¿Se ha dado cuenta de que estos funcionarios del banco central siempre aplican el viejo lema de "todo para el pueblo pero sin el pueblo"? Exigen a empresas que congelen salarios, deciden cuándo hemos de ahorrar y gastar manipulando el dinero según sus estadísticas e intervienen arbitrariamente para socorrer a algunas empresas a costa del resto de la sociedad. Sin embargo, los resultados están a la vista. ¿Nadie nos pregunta a nosotros? Los políticos y prensa se recrean diciéndonos que vivimos en el periodo de mayor libertad de la historia, pero ¿qué clase de libertad es esta que va encarrilada en los deseos de una minoría política que condiciona nuestras vidas creando crisis periódicas de las que, además, nos culpan a empresarios, trabajadores y consumidores? El despotismo no funcionó en el pasado ni funcionará ahora. Somos algo más que marionetas del Poder.

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