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Jorge Valín

El futuro es el capitalismo

El continuo declive de Europa respecto al resto de países desarrollados no es culpa del Capitalismo, sino del gobierno omnipotente

Los políticos de Alemania y Francia están de campaña. Los primeros tienen elecciones, y los segundos el referéndum sobre la Constitución Europea. Los gobiernos de los respectivos países tienen una dura misión: justificar los gravísimos errores económicos que han cometido y ganarse el contento de la gente que empieza a estar cansada de falsas promesas y aumento de la pobreza.
 
Para conseguir esta ardua tarea Jacques Chirac y Gerhard Schröder se han proclamado las víctimas del Capitalismo. Todo es válido para la compra de votos: mentiras, exaltación de las pasiones, nuevos derechos económicos imposibles de cumplir… Los políticos no han de luchar cada día para mantenerse “en el mercado” como hace la empresa privada, sino prometer nuevos derechos que promocionen el hedonismo y vivir a expensas de los demás cada cuatro años.
 
La pregunta que nos asalta es, ¿por qué Chirac y Schröder no han hecho lo que ahora están prometiendo en todos estos años de gobierno? Porque habrían acabado con todo su capital en poco tiempo y habrían ahuyentado toda la producción privada. Alemania y Francia han estado viviendo durante mucho tiempo de la capacidad productiva privada que tuvieron en el pasado. No se han dedicado a crear o ahorrar, sino a gastar y endeudarse. El intento de reformas que han realizado no son liberales, sino parches que no solucionarán nada. Ahora Alemania está eufórica por su último crecimiento trimestral, un “espectacular” 1%, y atención: ¡su mejor resultado en cuatro años! Mientras los dos países incentiven el paro (a niveles de la II Guerra Mundial en Alemania), las 35 horas de jornada laboral, generosos derechos sociales económicamente insostenibles, regulación de la economía, altos impuestos y ahora el peligro del endeudamiento nacional sólo hay camino real para ellos: la pobreza de todos.
 
Políticos como Chirac y Schröder sólo quieren mantener su poder hegemónico, y como cualquier soberano, vivir a costa del dinero y sentimientos de naciones enteras. La mejor forma para conseguir tal propósito es culpar a la libertad de mercado. A igual que el niño que tras sacar malas notas se disculpa diciendo que el profesor le tiene manía, Chirac y Schröder han recurrido a la misma fórmula: culpan a los empresarios y al Capitalismo de los errores del gobierno: políticas sociales discriminatorias y económicamente suicidas. Ni a Chirac ni a Schröder les interesa la libertad de mercado, porque sino, se vería como en realidad son ellos quienes impiden el desarrollo, crecimiento y a la auténtica diversidad y pluralidad.
 
Como dijo el filósofo Albert Jay Nock: “si un régimen de total libertad económica fuese establecido, la libertad social y política le seguiría automáticamente. Hasta que ésta no se establezca, ni la libertad política ni la social podrán existir. Así, vemos porqué el Estado jamás tolerará la libertad económica”.
 
La época del socialismo, de la inflación, de los monopolios estatales, de los intereses y de la arbitrariedad del estado se ha de acabar de una vez por todas. Miremos las cosas como son. Si en 70 años los políticos no han conseguido crear un mundo perfecto, no creamos que cada comienzo de legislatura lo vayan a conseguir. El continuo declive de Europa respecto al resto de países desarrollados no es culpa del Capitalismo, sino del gobierno omnipotente. No miremos hacia el pasado e intentemos recobrar la tiranía socialista que condenó a millones de personas; sino hacia el futuro; hacia la libertad y la responsabilidad individual.
 
Como recientemente nos recordó el profesor Jesús Huerta de Soto: “el pasado siglo ha estado marcado por el absolutismo de la razón que ha llevado al triunfo de ideales utópicos socialistas que han dado lugar a los hechos más sangrientos que ha conocido la humanidad. Y corresponde al siglo XXI retomar la senda de desmontar el Estado”.

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