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Jorge Vilches

Accidente o ataque

lo único cierto es que los cuerpos de élite del ejército español están sobrecargados, que prácticamente son los mismos hombres los que acuden a las distintas misiones, que el presupuesto militar es ridículo y la preocupación gubernamental inexistente

Leyendo las declaraciones publicadas por La Voz de Galicia, o escuchando a los peritos, es imposible no descartar la posibilidad del ataque. Las reivindicaciones de los talibán no son creíbles, pero no se pueden desoír: hubieran deseado hacerlo. De esta manera, no se trata únicamente de barajar las dos hipótesis, sino de comprender la posición que la España democrática y próspera ha cobrado en el orden internacional. 
 
En el caso de que haya sido un ataque, la situación es muy complicada para el gobierno, así como para nuestros soldados desplegados en Afganistán. A las críticas de la izquierda y los nacionalistas por la presencia militar en aquel país se unirá el desplome del discurso gubernamental. Será difícil sostener que se trata de una “misión  humanitaria”; es decir, no se les habría disparado mientras repartían pan o construían escuelas, sino mientras patrullaban por territorio enemigo. Y en esta ocasión, los socialistas de Zapatero no tienen la posibilidad de culpar al autoritarismo de Aznar, porque la expedición militar fue aprobada por el Congreso de los Diputados. Tampoco a Bush, pues se ha acordado con su administración compensar la retirada de Irak con una mayor presencia militar española en Afganistán.
 
Si el ataque, además, ha sido perpetrado por la “insurgencia” talibán el asunto se complica aún más. Resultaría espantoso oír otra vez lo de la “alianza de civilizaciones”, especialmente en el funeral de las víctimas. Por otro lado, mostraría una vez más que a los islamistas sólo les interesa la rendición total e incondicional, y que las buenas palabras y la “cooperación” son para ellos signos de debilidad y traición.
 
Los islamistas no ven a los soldados españoles y al resto de occidentales que hay en Afganistán como unos hombres en “misión humanitaria”, sino como tropas de ocupación, como nuevos cruzados. Son ejércitos mandados por gobiernos que quieren imponer en aquella tierra un régimen democrático que, para el islamismo, es un sistema corrupto y corruptor.
 
De ser cierta la hipótesis del accidente, el gobierno tendrá que responder a la cantinela izquierdista de, primero, por qué nuestros soldados actúan fuera de España defendiendo intereses capitalistas, y ahogan el sacrosanto derecho de autodeterminación de los pueblos. Luego, como en el “caso Roquetas”, IU, ERC y compañía irán más allá: ¿por qué existe un Ejército en España si su desaparición es el paso previo para la paz mundial? El presidente Zapatero hará la pirueta dialéctica y contestará, pero esto no es lo importante.
 
Los talibán y los yihadistas están en guerra contra occidente, y las tropas españolas no están exentas de sufrir un ataque. Hay que asumir las nuevas reglas del juego, la posición de España en el orden internacional, su compromiso con la libertad y la democracia, así como su doloroso riesgo. Mientras, lo único cierto es que los cuerpos de élite del ejército español están sobrecargados, que prácticamente son los mismos hombres los que acuden a las distintas misiones, que el presupuesto militar es ridículo y la preocupación gubernamental inexistente.

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