Haití fue en el siglo XIX el modelo negativo de independencia de la metrópoli. Las terribles dictaduras haitianas y el exterminio de los hombres blancos a manos de los negros, una masacre que ya entonces fue llamada “guerra de razas”, atemorizaron al Caribe español. El terror en Santo Domingo fue tal que el general Santana pidió la reincorporación a la Corona española en 1860. Las tropas españolas sí despejaron aquel miedo, pero crearon otros que acabaron con una nueva guerra de independencia dominicana y el repliegue hispano cinco años después. Narváez ordenó entonces la retirada de las tropas, a pesar de que la opinión conservadora, como la de Cánovas, que no había querido la anexión dominicana, creía que la imagen de una potencia retrocediendo ante unos indígenas armados traería consecuencias negativas. Y así fue en Cuba.
La imagen del ejército español replegándose en plena batalla, ayer como hoy, no puede traer más que efectos adversos para nuestro país, toda vez que tenemos soldados desplegados en conflictos internacionales, y se esperan nuevos envíos. El mensaje dado, duele decirlo, es que bajo presión se responde a la baja. La debilidad exterior que se crea es difícil de remontar.
Zapatero ha pedido una entrevista y una foto a Bush. El presidente del Gobierno español utilizó durante las tres campañas electorales últimas un disparatado antiamericanismo que culminó con la retirada de las tropas de Irak, una maniobra que Felipe González calificó de “precipitada” y “propia de un joven inexperto”. El Gobierno español ocultó su intención de enviar tropas al extranjero y de fotografiarse con Bush para que no le quebrara su discurso electoral en las europeas del 13-J. Pero aquí no queda el desatino, pues ¿por qué ahora Bush va a querer entrevistarse con Zapatero? No es probable que una foto con el español, el mismo que abandonó a sus aliados en pleno campo de batalla, le reporte muchos votos a Bush en las elecciones de noviembre. Chirac y Schröder ya restablecieron sus relaciones con EE.UU., a espaldas de un socialista español que, más tarde que Marruecos, busca un nuevo lugar al sol yanqui.
Pero la incoherencia en política exterior se paga. La resolución 1.546 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas da la soberanía al Gobierno de Irak, y en su apartado 15 establece la conveniencia de enviar una fuerza internacional a Irak. Y todo antes del 30 de junio; es decir, exactamente lo contrario de lo que conjeturó Zapatero para ordenar la vuelta de las tropas. Luego vino la negativa de Chirac a que la OTAN fuera esa fuerza militar, como propuso Bush, a no ser que se lo pidiera el Gobierno iraquí. De esta manera, es probable que si persiste el conflicto civil entre iraquíes, su Ejecutivo solicite ayuda, y veamos soldados franceses en Mesopotamia.
Luego está la demagogia parlamentarista. Zapatero insiste en que cualquier envío de tropas al extranjero será previamente consultado con las Cortes. En un gobierno parlamentario como el español, en el que el Ejecutivo, para ser tal, ha de tener asegurada una mayoría de diputados, el condicionar la política al Parlamento no es más que un juego retórico pues ya cuenta con el voto positivo de antemano. La demagogia es aún mayor si un presidente del Gobierno se compromete a informar de sus intenciones al Congreso, anunciando que la opinión de la Cámara Baja no será vinculante. La decisión de enviar tropas a Haití y Afganistán estaba tomada, al menos, desde los días inmediatamente posteriores a la orden de retirada de Irak, pero se ocultó a la opinión pública por beneficio electoral, y ahora se le pretende dar un maquillaje parlamentario.