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Jorge Vilches

Espíritu de localismo

ante esto el PSOE no quiere cambiar de estrategia, sino de socio. Ha encontrado en el PNV y el BNG a los sustitutos de ERC. Entre los dos suman ocho diputados, los mismos que los de Esquerra. La música continúa aunque la interpreten otros

El socialismo español ha cometido un error histórico del que va a ser muy difícil que el país, o lo que quede de él, salga airoso. El pacto del PSC maragalliano con los independentistas catalanes ha creado la falsa ilusión de que España está mal organizada, con unas autonomías anacrónicas, incómodas e inútiles. Y España, entonces, sólo existe si es un conglomerado plurinacional de libre asociación. No puede existir un gobierno autonómico moralmente aceptable, moderno, de progreso, si no promueve una reforma de su Estatuto.
 
El error está en que el gobierno socialista está alimentando a ejecutivos y partidos que tienen un interés demasiado pequeño, localista y antiguo como para ser útiles al conjunto, que es para quién trabaja. Se rodea de políticos mediocres, que lideran grupos que no superan los ocho diputados, con una visión muy corta de España, de la Unión Europea y del mundo.
 
La autonomía a la carta inspirada en el “espíritu de localismo”, en palabras de James Madison, el padre de la Constitución federal norteamericana, está destruyendo los “intereses globales de la comunidad”. Y una situación de este tipo, cuando no es buscada ni deseada por la mayoría, como demuestran las encuestas de opinión, sino sólo por políticos ambiciosos, acaba en crisis política y económica, falta de sentimiento identitario y en el descrédito internacional.
 
El gobierno Zapatero ha encontrado en el hambre nacionalista de poder la clave para saciar el suyo. Las cesiones a ERC han llevado a que el proyecto de nuevo Estatut sólo sea defendido en el PSC por el propio Maragall. La cúpula de socialismo catalán y los consejeros del govern dudan de que sea constitucional, y saben que los socialistas “de Madrid” no lo aceptaran ni como documento de trabajo. El peso de los “derechos históricos” inventados por Carod Rovira es excesivo, flirtea demasiado con CiU, y rompería el espinazo a más de varios centenares de miles de electores. Se pone en cuestión, no la nación española, sino el poder. Y ante esto el PSOE no quiere cambiar de estrategia, sino de socio. Ha encontrado en el PNV y el BNG a los sustitutos de ERC. Entre los dos suman ocho diputados, los mismos que los de Esquerra. La música continúa aunque la interpreten otros.
 
Es el poder. Reforzado el gobierno en Galicia, el PSOE buscaría tomarlo en el País Vasco a costa de EB y EA, y quizá de Ibarretxe. Los socialistas ofrecerían la “normalización” vasca a partir de 2007, después de las elecciones municipales, a través de la presentación de una ruta de paz negociada con ETA, de un nuevo Estatuto vasco de co-soberanía, y la formación de un gobierno de coalición con el PNV. Todo porque la aparente solución al problema terrorista y a la “cuestión vasca” se la imaginan con un efecto electoral decisivo para los comicios generales de 2008. Y en ningún caso puede compararse a lo ocurrido con el IRA e Irlanda del Norte.
 
Es el tipo de ingeniería política, localista y estrecha, que hunde un país. Porque mientras otros gobiernos dedican la mayor parte de sus esfuerzos a mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas, negociando en la UE, atentos a la economía internacional, adaptándose a un mundo que ha cambiado completamente entre la Caída del Muro de Berlín y los atentados del 11-S; el nuestro, el de ZP, piensa casi exclusivamente en cómo aferrarse al poder aliándose al “espíritu de localismo”.

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