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Jorge Vilches

La cólera del español sentado

A contrapié. Los socialistas no se esperaban que el PP, lento pero contundente, pidiera la formación de una comisión de investigación. Y no salió Rubalcaba a responder a Rajoy, a desdecirse de la comisión de estudio con la que pretendía despachar los bochornosos acontecimientos del 12 al 14 de marzo. Tuvo que salir López Garrido, amenazando a los populares con ir en la investigación mucho más allá, "antes, durante y después" del 11-M, y reconociendo, al decir que las "responsabilidades políticas" las cobró el pueblo con su voto el 14-M, que el PSOE ganó por el efecto de los atentados.
A regañadientes. Los socialistas dan la sensación de que les disgusta que la comisión funcione antes de las elecciones europeas. A la amenaza de López Garrido se ha unido el laconismo de Manuel Marín, presidente del Congreso, asegurando que todo aconseja que es mejor que la comisión empiece sus trabajos después de los comicios europeos de junio. Esta aparente desidia para investigar qué ocurrió no encaja con el paroxismo dominguero de Zapatero para ordenar la retirada de las tropas.
 
La comisión es necesaria, aunque no se saque nada, como vimos con la que se formó en la Comunidad de Madrid con el asunto de Tamayo y Saez. Y es que hoy se sabe menos "¿quién ha sido?" que el 13 de marzo. Los acontecimientos, sus enlaces, orígenes y beneficiarios indirectos, así como la propia investigación policial se han enturbiado tanto desde el 11-M que es imprescindible que la comisión de investigación desentrañe, al menos, el papel que desempeñaron cuatro actores: el Gobierno Aznar, las Fuerzas de Seguridad, el PSOE y el grupo PRISA.
 
El Gabinete popular cometió errores, como reconoció el propio Aznar, por centrar su trabajo en el terrorismo etarra y desatender el islámico. No obstante, el atentado se urdió a finales del año 2002, antes de que España apoyara la invasión de Irak, por lo que no existe esa pretendida "responsabilidad política". Y, como esto se sabe, la acusación de la izquierda se centra en que el Gobierno mintió al decir que había sido ETA, como escribió Felipe González, con un silogismo sanchopancesco, en un artículo el sábado 8 de mayo en El País. No merece la pena entrar en las detenciones previas de comandos etarras, o en la coincidencia general e inmediata, el mismo 11 de marzo, en señalar a la banda asesina como autora de los atentados. Sin embargo, la comisión sí debe incidir en si Acebes recibió informaciones falsas, por qué y quién las dio. Cada vez es más común creer que hubo una trama, una mano negra, alguien, que engañó al Gobierno. ¿Quién mintió?
 
Y aquí entra el triángulo que forman el PSOE, el grupo PRISA y un grupo de las Fuerzas de Seguridad. La connivencia entre los dos primeros no le cabe duda a nadie, ni su comunidad de intereses y estrategia. Pero, ¿existe un grupo en el CNI, o en la Policia Nacional, o en los Tedax, simpatizante del PSOE o confidente de PRISA? Es obligatorio que la comisión investigue las filtraciones, falsas o no, de las que hizo gala la Cadena Ser, y la campaña que llevó a cabo entre el 12 y el 14 de marzo para inducir a un cambio en la intención del voto. Debe también aclararse el papel del PSOE, y en especial de su jefe de campaña electoral, Rubalcaba, que en la noche del 13 al 14, coincidiendo con la invasión callejera, las consignas radiofónicas y televisivas, y el movimiento de rumores interesados, dijo airadamente, y saltándose la ley, que el Gobierno mentía.
 
Lo trascendental no es que el Gabinete de Aznar quede limpio de las calumnias, sino que los ciudadanos nos enteremos de cuántos errores cometió aquel Gobierno y cuántos de aquellos fueron inducidos; qué miembros de las Fuerzas de Seguridad mintieron y por qué, y si hubo traición; quién diseñó en el PSOE la estrategia para conseguir un voto emotivo cercando al PP, física y moralmente; o por qué la Cadena Ser supo antes que el Gobierno algunos detalles, incluso los que se revelaron como falsos, y qué intereses se esconden detrás de las filtraciones.
 
Porque debemos saber si la victoria electoral de los socialistas se debió a un voto emotivo, manipulado y mentiroso, o a una decisión madura. Y esto es lo que se juega el PSOE, su legitimidad moral, y por eso quiere que la comisión de investigación no empieza sus trabajos hasta después de las elecciones del 13 de junio. Busca una revalida que aleje ese fantasma. Dos cosas quedarán ocultas, con toda seguridad: todo lo referido a la orquestación de la campaña del grupo PRISA que desembocó en la ilegalidad del 13 de marzo, y, por otro lado, si participó en los atentados algún servicio de inteligencia extranjero.
 
Aun siendo esto desesperanzador, nos jugamos mucho más en este envite; hablamos de la madurez democrática del electorado. ¿Cuántos votantes populares dieron su voto al PSOE tapándose las entendederas, movidos por la emoción, presionados por la campaña que se desencadenó del 12 al 14 de marzo, con un sentimiento de culpa por haber votado en su día a los "asesinos" del PP?
 
El español siempre ha querido conocer la verdad, y cuanto antes mejor. Lope de Vega impuso el teatro de corrala porque entendió que "como las paga el vulgo, es justo/ hablarle en necio para darle gusto". Y cambio la estructura de la tragedia, le introdujo la nota cómica, y acortó las obras de cinco a tres actos. Y era que el espectador, el español de acera y taberna, de sol y corrillo, no podía aguantar tanto tiempo hasta el desenlace, quería saber de forma imperiosa, con ansia inmediata, la verdad. Era la cólera del español sentado. Y así, en esto, el espectáculo de la comisión de investigación, con toda su escenografía y tramoya, debe apuntar algo que aleje la cólera.

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