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Jorge Vilches

Se busca líder

Es ahora, cuando el paro está en casi cinco millones de personas, el momento en que se produce esa caída del ánimo general que hunde a la sociedad española en sus pesares atávicos más irracionales, en ese pesimismo residual de la Leyenda Negra.

La triste foto de la Moncloa con los dos líderes de las fuerzas políticas mayoritarias no ha despertado la más mínima esperanza. Esto denota que ambos dirigentes no tienen las cualidades necesarias para generar confianza, y que la sociedad española está reclamando otro tipo de líder. No es algo que se haya producido en los últimos días, sino que sale desde hace años en todos los estudios sociológicos centrados en la opinión de los ciudadanos sobre la cualificación y el trabajo de los políticos.

Históricamente, en las épocas de crisis los pueblos han buscado un líder, un hombre capaz de organizar, resolver e ilusionar, aunque en el fondo sospecharan que todo podía ser un espejismo. Pero se aferraban a la esperanza. De aquí el fenómeno mundial, sobre todo mediático, que ha supuesto Obama, y eso a pesar de que muchos de los ilusionados fuera de EEUU no tenían ni la más remota idea de cuál era su programa de gobierno.

En las sociedades democráticas consolidadas, las que tienen tradición, es el propio sistema el que con tiempo y trabajo acaba generando esos líderes, esas personas que sirven para salir de la incertidumbre, del punto muerto económico e institucional. Y aunque fracasen, galvanizan a la gente, la unen, ya sea en pro o en contra, pero vivifican los engranajes políticos que permiten seguir creyendo en la democracia como el mejor método de gobierno. La sociedad no cae así en el desaliento, en esa indiferencia tan atroz y peligrosa para un régimen representativo.

En otras sociedades surgen oportunistas demagogos de fuera del sistema, auténticos outsiders que predican y actúan contra la democracia aunque digan defenderla, con el único propósito de cimentar su poder personal y exclusivo. Dicen traer un proyecto regenerador, que siempre empieza y termina con formas y contenidos dictatoriales. Esta figura ha cambiado en la historia, y depende de cada país, pero ha ido desde la "mano de hierro" de Joaquín Costa que se hizo carne con Miguel Primo de Rivera en 1923, hasta el socialismo indigenista de Hugo Chávez.

En España no estamos en ninguna de estas dos circunstancias, lo que alivia al menos para el segundo caso, el del líder dictatorial. No obstante, es penoso que nuestro sistema democrático sea incapaz de ofrecer a la sociedad un liderazgo interesante, motivador, ejemplarizante, en la hora más delicada de la crisis. Porque es ahora, cuando el paro está en casi cinco millones de personas, el momento en que se produce esa caída del ánimo general que hunde a la sociedad española en sus pesares atávicos más irracionales, en ese pesimismo residual de la Leyenda Negra que llegó hasta el siglo XX, ese que decía que España era diferente y peor, un país de segunda categoría, merecedor de caridad y comprensión, disminuido, imposible, atrasado, el de África empieza en los Pirineos, en el que "el que inventen ellos" se ha quedado en un "que subvencionen ellos".

"Se busca líder" debería rezar el cartel que colgara en la entrada de las sedes del PSOE y el PP. Y si no es así, al menos que no nos insulten haciéndose fotos que no sirven para nada.       

En España

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