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Jorge Vilches

Sólo hay un responsable

Zapatero es el que está agotado, amortizado para la política española, aunque no tanto para la mundial vista la publicitaria y vacua foto de la Alianza de las Civilizaciones.

El baile de ministros del Gobierno Zapatero recuerda otros momentos en la historia en el que todo un partido pivotaba en torno a una persona, a un líder que le daba tono, contenido y decretos a la administración. Ya podían pasar por los distintos ministerios los más sesudos académicos, profesores universitarios, militares, letrados o periodistas, que parecía el mismo Ejecutivo saliente si al frente estaba la misma persona. Y no voy a citar a Lampedusa.

Leo con estupor que lo que hace falta ahora son buenos gestores, y que eso es lo que Zapatero ha buscado para manejar "mejor" la crisis. Es decir, que los ministros eran los únicos y verdaderos responsables de los problemas que se sufren en todas y cada una de las facetas de la vida española. Únicamente se salva el líder, el jefe de Gobierno, que asume como ajena la impericia de los administradores y los sustituye por otros para gestionar "mejor".

De esta manera, lo que se castiga no es la política en sí, el contenido gubernamental, sino la ejecución o las formas. La crisis y los malos resultados que se han obtenido en la gestión de políticas ministeriales no se han debido a que los responsables de cada cartera han sido maleducados, inoportunos o torpes en la puesta en marcha de los deseos presidenciales. No; el origen de los errores no son los designados, sino el que dicta el programa, amputa ministerios, mueve competencias de un organismo a otro, o tapa con fuegos artificiales la falta de ideas. 

Zapatero es el que está agotado, amortizado para la política española, aunque no tanto para la mundial vista la publicitaria y vacua foto de la Alianza de las Civilizaciones (Atención, que uno de esos foros sería una salida muy digna y esperanzadora para nuestro actual presidente).

La solidaridad conjunta del Gabinete en la asunción de la responsabilidad no debe limitarse a la aceptación falsamente sonriente del ministro que se va a casa. Sería conveniente que el presidente, verdadero artífice de la política gubernamental, comunicara a la nación que sustituye a los ministros para rectificar su política, hacer otras cosas, no simplemente para gestionar mejor sus contumaces ocurrencias. 

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