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José Antonio Martínez-Abarca

El malvado Bermejoff

"El malvado Bermejoff" al final caía víctima de sí mismo. En la película, claro. Eran tiempos en que el mal no podía triunfar en la pantalla.

El auténtico hecho cinegético del, desde el lunes, ex ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo no ha sido nunca, desde que se le conocen sus andanzas, la caza del venado o del puerco, del ungulado, sino otra mucho más delicatessen, más cara, más ocultable a la prensa y que finalmente ha sido la que, habiéndose conocido accidental pero fehacientemente por la opinión electoral, se lo ha llevado por delante.

La verdadera naturaleza depredadora del hijo que mamó las inequívocas actitudes del confort falangista por casa quedan muy bien reflejadas en una viejuna película de principios de los treinta, cuando sólo se llevaban tres o cuatro años de sonoro, por los mismos legendarios creadores de King Kong. "El malvado Zaroff" se tituló en España, aunque en versión original le hace mucha más justicia al retrato del ex ministro que ya por siempre tendrán los españoles: the most dangerous game, el juego más peligroso. Peligroso no sólo para las víctimas: también, como se ha demostrado, para el cazador.

Como han adivinado, se trata de la mejor película existente sobre un subgénero abundante, las batidas de hombres. Un excéntrico y turbio aristócrata, Zaroff, habitante de un espacio cerrado o secta que, bajo una apariencia "draculiana" llena de formalismos (alguien añadirá "democráticos"), no puede resistirse a soltar a sus rehenes en la salvaje naturaleza de izquierdas paredaña a su casa de rico de toda la vida para cazarlos por propia mano.

Lo que ha acabado con la carrera política de Bermejo ha sido esa visión por parte de la opinión pública española, acertadísima, del ex ministro como una especie de falsario Bermejoff, tras saberse que su más famosa cacería teóricamente, sólo teóricamente de ciervos la había concelebrado con el juez Garzón y con su jefe de policía judicial, con lo cual hubo dos ojeos o batidas paralelas. No el no tener licencia de caza en Jaén, no las imágenes de los venados tiesos con ojos de muñeca; ni siquiera lo del fajo de billetes de quinientos euros, con ser esta estampa, la de la pornografía dineraria, muy difícilmente soportable por los españoles.

Ha sido que lo pillaran cazando hombres junto a sus amigotes de la judicatura y la policía y encima queriendo negarlo. Si hay algo que los españoles aguantan menos que les pasen el dinero por las narices en tiempos de penuria es que unos señoritos de poder inmoderado les digan gilipollas a la cara, cuando todo el mundo, incluso los del propio partido, se ha dado cuenta de lo evidente.

"El malvado Bermejoff" al final caía víctima de sí mismo. En la película, claro. Eran tiempos en que el mal no podía triunfar en la pantalla. O sea, que la historia acababa bien.

En España

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