Menú
José Antonio Martínez-Abarca

El otro mienmano

Otro, el "mienmano" de mentira que es mucho menos "hermano" que "padrino", por cuanto no repara en gastos suntuarios para recibir a quienes le ríen las gracias, para hacerles desaparecer en cuanto se la dejan de reír

Debo confesar que no sé por qué extraña manía irrefragable el Rey de España don Juan Carlos de Borbón y Borbón (que no es tataranieto del Profeta, que nosotros sepamos) llamaba “mi hermano” al dictador marroquí Hassan II, el Príncipe de Asturias don Felipe de Borbón se refiere como el hijo del hermano de su padre al también igual de golfo Mohamed VI y éste no descabalga del tratamiento de «mi tío» al propio Rey de España. Y no lo entiendo, sobre todo, por cuanto don Juan Carlos de Borbón y Borbón reconoce a extraños e improbables hermanos y sin embargo deja de reconocer a otros parientes muchísimo más probables, por no decir certísimos, como el famoso bastardo, y perdón por la terminología, que me repugna, don Leandro, hijo de Alfonso XIII. ¿Es menos deseable y presentable el tal don Leandro, pacífico individuo, tal vez algo fresco, legítimamente fresco dado por lo que ha tenido que pasar, pero pacífico, que ni encarcela, ni manda matar, ni manda atentar, ni manda invadir, ni manda emigrar, ni manda traficar, ni manda sojuzgar, que el hijo del hermano putativo que reina ferozmente en los únicos alrededores de las ciudades autónomas españolas de Ceuta y Melilla que ha visitado don Juan Carlos de Borbón durante su larga tenida como Jefe del Estado? Misterios de familia.
 
El tiíto don Leandro no ha cometido más delitos contra la humanidad que ser hijo de quien es, cosa que no se elige, sino que a veces se padece, paseando una deshonra heredada y un ninguneo que no merece. A pesar de ello y de su historia digna del “Príncipe y Mendigo” de Mark Twain, no la ha emprendido contra el mundo para hacerle pagar sus desdichas, no ha tratado de acabar con la vida de otros seres humanos, no ha metido en mazmorras a sus disidentes y no se ha gastado el dinero que su país no tiene para edificar palacetes alicatados de oro hasta el techo que sólo pisa una vez en su vida, si toca.
 
En cambio, el hijo del “mienmano” islámico (ya tenemos aquí a otro mienmano, después de aquel Juan Guerra de los cafelitos que era denominado así por Alfonso y por el articulista Antonio Burgos), o sea, el vástago del otro tiíto del Príncipe de Asturias, sí hay más que rumores de que desempeña todas estas actividades y algunas más, todas igual de recomendables. Uno no es invitado a la Boda del Siglo ni es recibido en Palacio y para otro no hay metros de alfombra roja suficientes para todo lo que supuestamente merece. Uno es tío de verdad, el tío al que hay que esconder como en los cuentos de Lovecraft se escondía a los malformados de la familia en el altillo de la casa mientras se les pasaba un platillo con comida bajo la puerta. Otro, el "mienmano" de mentira que es mucho menos "hermano" que "padrino", por cuanto no repara en gastos suntuarios para recibir a quienes le ríen las gracias, para hacerles desaparecer en cuanto se la dejan de reír. Y el hijo de “mienmano”, lo mismo. Si estos son mis "parientes reconocidos", me declaro huérfano.

En Internacional

    0
    comentarios