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José Antonio Martínez-Abarca

El pasado ya no es lo que será

Hay quien sí sabe aún por qué gritó, dado que se lo ha venido contando a los sucesivos "yo" desde entonces, de boca en boca; sí sabe por qué se echó a la plaza pública, por qué lo de "hijos de puta", por qué el terrorismo en ese julio quedó aterrado.

Diez años no es nada, porque sólo ha dado tiempo a que pase todo. Era hace diez años otro mundo, otro planeta, chatarra espaciotemporal que ya rodó rauda hacia otra dimensión. Éramos otros, todos, al menos los que éramos. Ni una sola molécula de nosotros es la misma de entonces, y también se renovaron o murieron las células que nos hicieron gritar por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, un julio parecido a este pero, como digo, sucedido en otro pequeño planeta que por fortuna no recordaba a éste. Aunque aquello de Miguel Ángel nos pillara a pocos kilómetros de donde el concejal del PP solía veranear con sus padres, en Torrevieja.

Por alguna extraña razón, una memoria que debió haber desaparecido junto con todo lo que éramos entonces, lo que aquel julio vimos como testigos, se lo han venido pasando las neuronas de boca en boca. Y han contado al que soy ahora que hace diez años vi por televisión a los vecinos de Ermua, los mismos que posiblemente hoy apoyan el divorcio del nombre de su pueblo respecto al "Foro" y al "Espíritu", chillaban "hijos de puta", con desesperación que parecía genuina, cuando supieron la noticia del desconejamiento a pistola del chaval.

Pero el tiempo no sólo pone a cada cual en su sitio, sino que también puede quitar de su sitio a quien ya estaba puesto. No queremos creer todavía, no todavía, lo que dijo ETA en aquella fecha: "Hemos asistido estos días a manifestaciones emocionales generalizadas lindantes con el fascismo". ¿Y si tenían razón, sabiendo ellos mismos que no la tenían? ¿Y si nadie supimos entonces que en diez años acabarían acertando?

Porque si en apenas diez años, cuando sólo ha dado tiempo, insisto, a que pase todo, los que gritaban ya no saben por qué gritaron, ya se ven como otros en las imágenes de aquellos días, porque, sí, eran otros (pero como unos otros que en nada les conciernen ahora), puede resultar que aquello fue una emoción sin contenido, un sensacionalismo de masas, una gradación sentimental en manos de la tele, no un rapto ético generalizado, no una razón de mano blanca frente a las tinieblas. No. No queremos pensar eso todavía.

Hay quien sí sabe aún por qué gritó, dado que se lo ha venido contando a los sucesivos "yo" desde entonces, de boca en boca; sí sabe por qué se echó a la plaza pública, por qué lo de "hijos de puta", por qué el terrorismo en ese julio quedó aterrado. Ya no están todos los que parecía que estaban, pero, claro, tampoco ya nadie de entonces solemos ser los que fuimos.

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