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José Antonio Martínez-Abarca

Indignados en el "híper"

Aquí si te llevas las cosas haciendo un llamamiento a la fraternidad desinteresada viene la poli, pero allí vienen los enterradores.

Ya se sabe que los comunistas de Stalin ordenaron fusilar en masa a los anarquistas españoles hartos, entre otras cosas, de que éstos hiciesen de "indignados" de #acampadasol. Aquellos primeros ensayos de "perroflautas" (imperfectos, puesto que por entonces no había costumbre de tocar los bongos) pretendían repartirse lo que incautaban a los terratenientes de forma asamblearia y en acto, sin esperar a la llegada de la sociedad perfecta, que, para los propios comunistas, no venía ya sino que siempre anunciaba su llegada para mañana. El general estalinista Líster, sin ir más lejos, prefería la injusticia al desorden, y acabó con aquella fiesta de los derechos sociales de forma sumaria y con alguna contundencia más que los "mossos" en la Plaza de Cataluña, de lo que estuvo siempre orgulloso. Pero estos incautos de la indignación de ahora resultan tan desavisados que pretenden la llegada del comunismo ternurista sin saber que el comunismo que tanto ansían lo primero que haría sería expedir la orden de que se alinearan, al amanecer, frente a las blancas tapias del cementerio. Quieren ser la tumba del capitalismo cuando es precisamente el capitalismo el único sistema que les permite sus patochadas y de paso continuar con vida para contarlo.

De cuándo aquí iban a permitir sus mitificados héroes de la izquierda, los para ellos legítimos representantes de una "democracia real" de la buena, que, como acaban de hacer los campistas en mi pueblo, tomen por asalto un "carrefour" para intentar llevarse los carros llenos con la merienda diciendo que ellos son simples intermediarios –simples, por supuesto– entre los que se benefician de la venta de alimentos y los pobres que no pueden pagarlos. En lugar de llegar algunos números de la policía nacional a susurrarles lo inoportuno de su acción asamblearia, la "democracia real" a la que tanto cantan los metería en camionetas rumbo a tomarse todos un cafelito sin retorno. El general Líster hubiese sabido lo que hacer con estos chicos, sin dudarlo un momento. Es desarmante la candidez de esta gente, que incluye en la cesta de la compra "de primera necesidad" por la patilla un cargamento de compresas y otro, eso sí, de tampones, se conoce que por si hay que trasladar ahora la acampada a la playa, y que no cante el "bikini". Mueve a la profunda piedad que estos arrapiezos de cabello jamaicano empastado con guano de paloma creyeran que iban a llegar a un "hiper" y, en nombre de esas recetas que dan las "misses" para arreglar el mundo en un rato, se iban a llevar los carros tupidos gratis total. Pretendían aliviar a los dueños del "carrefour" de "la privatización de las ganancias" (sic). Se sorprendieron sinceramente de que la negociación con los dependientes no llegase a buen puerto, y encima éstos llamasen a la madera. ¿Cómo enfadarse?

No se le puede pegar, y ni siquiera reñir, a unos bebés de ochenta kilos de peso/media. Antes de mandarles a las brigadas de desinsectación a las plazas del 15-M por imponer unas mínimas normas cívicas, es mucho más urgente para estos "indignados", dada su inconsciencia casi prenatal pese a que algunos ya corrieron delante de los "grises" cuando todavía no habían expulsado a Aranguren de la Universidad, pedirles la vez para el próximo curso en algún jardín de infancia, donde les enseñen que la economía de trueque aquí no funciona, ni en su exigida "sociedad perfecta" mucho menos: aquí si te llevas las cosas haciendo un llamamiento a la fraternidad desinteresada viene la poli, pero allí vienen los enterradores.

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