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José Antonio Martínez-Abarca

La selección parecida a España

Precisamente por ese gen competitivo, a quien no se parecía era, mucho más allá que al resto de antiguas selecciones, a la sociedad que estaba detrás y que lo sigue estando.

Era cuestión de tiempo que la selección española de fútbol llegara a adquirir exactamente las mismas características que el resto de España, que con expresión insuficiente venimos conociendo como "de Zapatero". Digo insuficiente porque yo juraría que es al revés: Zapatero "es" la actual España. Un subproducto de ella, que tenía que llegar por fuerza, aunque no se hubiese empeñado en que así fuera el Gobierno de Aznar (que se empeñó, y a modo). Lo de Zapatero no fue un accidente salido de un atentado, por supuesto. Como, si nadie lo remedia, lo que terminará siendo el propio equipo nacional entrenado por Del Bosque.

A juzgar por la rápida evolución del combinado español (también llamado "estatal" o "la roja") hacia una plena identificación con los valores propios de su hinchada, ya desde bastantes de los últimos amistosos, y como digo si nadie hace algo, pronto podríamos tener representándonos en las competiciones, de manera desde luego fugaz, a algo delicuescente y vagarescente como lo que vimos contra Honduras en los últimos veinticinco minutos de partido. Sin carácter, sin autoridad, sin fibra, que no sabe de dónde viene ni hacia dónde va, que no tiene ningún plan salvo durar, que no soporta que los espejos ya no devuelvan su idílica imagen, que sólo quiere que le digan que su modo de vida (o su "estilo al que no hay que renunciar") es el correcto y el único correcto.

La selección española de fútbol que ganó la Eurocopa era una anomalía con relación al país. No ninguna "expresión de", como se ufanaba ese ministro de Deportes que, según lo que le dijo hace poco a la alpinista Edurne Pasabán en Moncloa, continúa en la misma superstición. Dijeron algunos que la de la Eurocopa no se parecía a todas las otras selecciones españolas de fútbol que en el mundo habían sido, porque tenía un inaudito "gen" competitivo. Precisamente por ese gen competitivo, a quien no se parecía era, mucho más allá que al resto de antiguas selecciones, a la sociedad que estaba detrás y que lo sigue estando. La sociedad que es ampliamente compartida por izquierda y derecha y centro, la España del igualitarismo, la del odio al mérito, la de la sospecha hacia el conocimiento, la del desprecio hacia la mejora permanente y la indagación de qué cosa puede ser lo superior. En lo que llevamos de Mundial de Sudáfrica, la selección española tiene por fin un inquietante parecido con España.

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