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José Antonio Martínez-Abarca

Los invertebrados contra Cascos

Cascos ha querido regresar, aunque no han transcurrido demasiados años, a otro planeta distinto al que dejó. Una sociedad ya incomprensible donde lo normal y lo aceptado son criptoseres zoológicamente imposibles como las diputadas López i Chamosa.

En el "asunto Cascos" los actuales dirigentes del PP no están penalizando una forma de hacer política ya superada, aznarista y antigua ("ala dura del PP", llamó El Mundo a Cascos, porque se supone que lo duro es cumplir los compromisos dados, que te guste comer en asadores y otros "tics" de autoritarismo inequívoco), sino la mera existencia ya residual en España de cualquier individuo algo más firme que un trasluz de gelatina de pescado, que es lo que de verdad se considera superado y antiguo, aquí. Ese pánico contemporáneo que produce en nuestro país cualquiera cuya realidad corpórea no pueda ser sustituida con ventaja por una anónima imagen pixelada.

Incluso para un país tradicionalmente gregario como España el odio, o sea, el miedo a la individualidad y a los seres formados alcanza hoy cotas insospechadas. Verdaderamente colosales, por utilizar el palabro favorito del líder del reformismo, Mariano. Ojalá fuese un problema sólo de los partidos, que eligen a los peores o al menos a quienes mejor hacen ese papel. La partitocracia, cierto, evita la promoción de cualquier cosa que se parezca lejanamente a una persona con criterio, por si algún día utilizara ese criterio para algo bueno y entonces fueran las madres mías. Pero desde que la corrección política es "la regla de San Benito" de esa progresía de todos los partidos que se refocila en vivir acorde con la inmanente superioridad ética de los que no se significan en público, el "caso Cascos" es sólo la repetición de un asunto al que ya hemos asistido un millón de veces en los últimos tiempos. La proscripción de todo aquel que cuando habla, incluso dice, y que cuando calla, es factible que piense. Es decir, lo de Cascos. Peligro en Los Cármenes, como decían en las retransmisiones del fútbol de antes.

Cuando Cascos mandaba todavía eran posibles dirigentes como él, porque el proceso de liofilización social en España, con entusiástica ayuda de la prensa, aún no había sido completado. Pero ahora Cascos ha querido regresar, aunque no han transcurrido demasiados años, a otro planeta distinto al que dejó. Una sociedad ya incomprensible donde lo normal y lo aceptado son criptoseres zoológicamente imposibles como las diputadas López i Chamosa, que son multitud, y lo extravagante aquellos pocos profesionales que todavía dan el habla, como Cascos. Desde el PP le achacan algo que lleva nombre como de plan empresarial para el cambio de modelo, "Dividir, Destruir, Difamar e Insultar" (D+D+D+i), pero ahora en cuanto reconoces no leer libros de aromaterapia ya te acusan de todo eso. No podía ganar, Cascos. Entre las personas que hacen y las que hacen de personas, la actualidad ya ha elegido.

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