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José Antonio Martínez-Abarca

Rusia, esa energía fiable

En cuanto a Moscú le da por ponerse macarra, te quedas pajarito en enero y por consejo de los gobiernos debes pegarle fuego a tu casa para calentarte las manos, como en el apocalíptico final de La cosa de John Carpenter.

En media Europa, la que depende del gas natural ruso, las autoridades aconsejan recurrir a "energías alternativas" ante el corte fulminante ordenado por Moscú, en plena ola polar, otra, provocada se conoce por el recalentamiento global. Uno creía que el gas natural (a los suavones anuncios de la tele me remito, tan parecidos a los de las compresas) ya nos lo vendían como "energía alternativa", con su mariposilla y todo, limpia, ecológica y sostenible, y ahora resulta que hay que tener prevista una alternativa a la alternativa. Con la alternativa primera, en cuanto a Moscú le da por ponerse macarra, te quedas pajarito en enero y por consejo de los gobiernos debes pegarle fuego a tu casa para calentarte las manos, como en el apocalíptico final de La cosa de John Carpenter, cuando McReady, para entibiar el ambiente, deja que su estación polar completamente aislada explote en el antártico haciendo frente a la ventisca de hielo con una botella de whisky. "¿Y ahora?". "Bueno, ¿qué tal si esperamos?", dice, repanchingándose por última vez.

Bueno, ¿qué tal si esperamos?, dice también la parte de la civilización que depende de la caprichosa y dictatorial energía de los ex torturadores del KGB, mientras el presunto recalentamiento del planeta deja a los crédulos como una cubitera. ¿No decía el tal Bernotat hace nada, el presidente alemán de E.On, que Rusia es fiable en su suministro energético? Es lo que pasa por creer que el progreso consiste en convertir Europa en el trastero del Kremlin. Que es exactamente lo que no dejan de acariciar los "caballeros blancos" (bueno, no demasiado blancos, más bien tirando a bolcheviques) del Palacio de la Moncloa, para tapar los "pufos" provocados por sus ganas de quedarse con el país. Si ya nos convenció la vicepresidenta del Gobierno de que el venderle la gasofa española (la nafta, que le llaman en la Argentina) a los rusos era una mera "operación privada" en la que el Gobierno no tenía nada que decir, no le costará demasiado argumentar que el hecho de que prácticamente toda nuestra energía, salvo la nuclear, dependa de países de callejón oscuro es una bonita y excitante forma de ver mundo, donde nunca te aburres.

Menos mal que nuestro gas viene directamente de Argelia, donde sólo hay la amenaza permanente de una teocracia islamista un lunes sí y otro también. Así, si a Moscú le da por cortarle el suministro a Ucrania, como ahora, no se quedan tiesos en Soria. Pero Repsol sí la podemos poner en las zarpas del oso, porque todo lo más que puede pasar con la carestía de combustible, piensan estos nostálgicos del neolítico, es que bajen aún más los índices de muertes de tráfico, o sea, otro de los éxitos del Gobierno.

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