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José Bastida

Treinta años del triunfo de la superstición

La rotunda mayoría absoluta de 202 diputados que consiguió el socialismo tuvo mucho de romería pseudoreligiosa

La rotunda mayoría absoluta de 202 diputados que consiguió el socialismo tuvo mucho de romería pseudoreligiosa

Spinoza, el mayor filósofo de Occidente, malentendido por la modernidad y burdamente manipulado por la ultraizquierda intelectual, hacía suyo un adagio alejandrino en el que se aconsejaba la superstición como mejor método para dominar al pueblo. Una reflexión que sigue muy vigente, como se ha demostrado en España con el arrollador triunfo del PSOE de Felipe González en 1982, del que estos días los socialistas celebran el 30 aniversario.

La rotunda mayoría absoluta de 202 diputados que consiguió el socialismo tuvo mucho de romería pseudoreligiosa por el contenido simbólico e icónico del postulante a presidente. González era la reencarnación de un mesías pagano, cuya mirada en la cartelería electoral apuntaba al cielo como un místico en pleno trance "por el cambio", aunque su intención no era precisamente trascendente sino más bien inmanente ya que intentaba ocupar el poder político y el aparato del Estado.

Con esta praxis marxistoide y una picaresca muy latina, la vanguardia de la generación nacida en los años 50 y 60 abrazó la fe en una revolución que culminó en la epifanía de la ventana del Palace, donde González saluda a una multitud enfervorecida. Mayor superstición no se pudo dar en la historia de la España contemporánea porque el socialismo sólo trajo sinrazón política y demagogia.

La nación cambió profundamente; tanto la administración como la cultura quedó en manos de la izquierda, que impuso un nuevo paradigma moral relativista y sectario (el marxismo es pura superstición, denunciaba Octavio Paz). Treinta años después, todo sigue igual: aunque ahora gobierna la derecha acomplejada y sin referentes intelectuales (desprecian el magisterio del pensamiento liberal-conservador), quien manda en la sociedad es la izquierda, el PSOE y sus compadres, los nacionalistas. Ambos están empeñados en desmembrar la idea constitucional hispánica, y lo consiguen día a día porque dominan con sus supersticiones la escuela, los medios de comunicación y la exuberante función pública. No importa que, desde el 82, el PSOE haya arruinado el país las dos veces que gobernó y cometido todo tipo de tropelías: Rumasa, Juan Guerra, Gal, Faisán, ERES y un comisionismo pertinaz, entre otras, porque aún hay voces y votos que se preocupan por el futuro de este partido. No le pasaría nada a lo que queda de España si esta inefable formación política se difumina en los vientos de la historia.
 

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