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José Carlos Rodríguez

Bush sigue a la Comisión del 11-S

La semana comenzaba con una nueva amenaza terrorista sobre Nueva York. Una vez más sobre sus centros financieros. A continuación el Presidente Bush anunciaba que pondría en práctica a no más tardar una de las recomendaciones del informe del Congreso sobre el 11 de septiembre, la creación de un Servicio de Inteligencia Antiterrorista, que sin crear un departamento nuevo coordinaría los esfuerzos que en esta materia desarrollan no ya la CIA y el FBI, sino una quincena de distintas oficinas de inteligencia de sendos departamentos. Un informe que empieza a dar sus frutos, pero que tendrá consecuencias que se prolongarán en el tiempo.
 
Casi lo más importante que ha hecho el Informe es nombrar al enemigo. “El enemigo”, dice el informe, “no es un mal genérico” cuya “vaguedad desdibuja la estrategia”. Lo que hay es una “amenaza catastrófica”, el terrorismo islámico. Lo que nuestro Presidente, en una muestra de su talante, ha llamado terrorismo internacional en su inefable afán de no llamar a las cosas por su nombre. Mientras Rodríguez Zapatero opta por hacer juegos de palabras con una sonrisa de oreja a oreja y nuestra Comisión Parlamentaria sirve como plataforma para las acusaciones mutuas de los partidos y para evitar una investigación que halle los autores intelectuales del 11-M no vaya a ser que los encuentre, en Estados Unidos el Parlamento ha hecho su trabajo y el Presidente empieza a hacer el suyo. Terrorismo islámico. Esa es la principal, aunque nunca la única, fuente de ataques terroristas contra los Estados Unidos. En Europa no podemos mirar a otro lado, como hemos podido comprobar dolorosamente los españoles. El enemigo de los Estados Unidos es el nuestro, y por las mismas razones. Una amenaza que va más allá, como reconoce el informe, de la organización Al Qaeda y de ben Laden y su cohorte.
 
Con el tiempo llegarán a la Opinión Pública más análisis, conclusiones y recomendaciones del Informe, según vayan informando la política de los Estados Unidos. Pero se pueden destacar algunos. Uno de especial relevancia para España es el siguiente: El Informe llama a una política activa que no tolere los santuarios de los terroristas, que el documento sitúa en Pakistán y una zona de Afganistán, la Península Arábiga, el Cuerno de África o el Sudeste Asiático. Hasta ahora nada que haga referencia nuestro país. Pero sigue el Informe: “Las ciudades europeas con comunidades musulmanas expatriadas; especialmente ciudades de Europa central y del Este donde las fuerzas de seguridad y los controles de fronteras son menos efectivos”. Una referencia al continente que nos toca más de cerca ya que, si bien no contamos con comunidades expatriadas, tenemos una importantísima inmigración en la que se han infiltrado, con la inmensa mayoría que viene a trabajar honradamente, elementos que han sido muy importantes en la red terrorista de Al-Qaeda. El informe añade que hay países europeos con “entornos de seguridad interna relativamente laxos”, aunque no cita, lógicamente, a España. Pero con el análisis de la Comisión y nuestra reciente historia nosotros podemos colegir la importancia de nuestro país en la lucha contra el terrorismo islámico, que el anterior Presidente Aznar supo ver con claridad y convicción, las que no tiene, por voluntad propia, Rodríguez Zapatero.
 
Otro de los análisis de largo alcance del Informe hace referencia a la diplomacia internacional en la zona. Más que contentarse con relaciones estables con Estados no democráticos, que no son de fiar a largo plazo, los redactores llaman a favorecer la instauración de instituciones democráticas en la zona, que evitarían en gran parte los mayores peligros. Pero en ese esfuerzo diplomático Europa tiene la opción de acompañar a los Estados Unidos o de dejarle solo, porque ellos apenas tienen otra que atacar con total decisión el terrorismo. Islámico, don José Luis.

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