George W. Bush y su partido han dado el que parece ser el golpe definitivo a la campaña. Las encuestas, que saludaban el comienzo de la convención republicana con indecisión, muestran ahora una preferencia por el actual Presidente que Kerry tiene difícil recuperar. Ni los manifestantes que animaron las calles de Nueva York, ni la clara preferencia de los medios de comunicación por el demócrata han logrado hacer de John Kerry el preferido de los estadounidenses. Pero nada está escrito y no sabemos aún si para el 44º Presidente de los Estados Unidos tendremos que esperar a 2008.
Muchos ven la clave del éxito republicano en el ataque al adversario y el arrogarse una falsa e hipócrita imagen de moderación. Con respecto a lo primero, ya se vale el propio John Kerry para desacreditarse. Además está llevando su campaña a su experiencia en Vietnam, que le está haciendo más daño que bien, y a la lucha antiterrorista y la guerra de Irak. En este campo no tiene nada que hacer frente a Bush por su merecida imagen de veleta frente a la decisión de su adversario. Kerry debería incidir más en la economía y la sanidad, como están empezando a advertirle desde varios sitios. No obstante, con un mercado de trabajo claramente al alza, tampoco tiene demasiadas opciones.
La otra clave del momentáneo éxito republicano está, se dice, en fingir una moderación, que define a las estrellas del congreso como el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, el senador John McCain, el gobernador Arnold Schwartzenegger, o el actual alcalde de la ciudad que acoge la convención, Michael Bloomberg, que ha estado siempre más cercano al Partido Demócrata. Pero ese derroche de centrismo en las estrellas de la convención podría ser reflejo de otro movimiento más importante. El representado por el senador demócrata Zen Miller, que lleva tiempo haciendo campaña por el actual Presidente. Miller no es cualquier demócrata, ya que presentó a Bill Clinton en la Convención de 1992. Incluso otro alcalde de Nueva York, Ed Koch, demócrata durante su dilatada experiencia política, está pidiendo el voto para George W. Bush. O lo impensable: alguna figura izquierdista de Hollywood, como Ron Silver. En todos los casos el razonamiento es el mismo: Estamos en guerra, necesitamos ser fuertes frente a nuestros enemigos y desgraciadamente solo hay un candidato que lo entiende perfectamente, y no es el de mi partido de toda la vida. Luego más que un centrismo de escaparate quizás ante lo que estemos es a un cambio de cultura política, y de valores. Una de las secuelas del 11 de septiembre.
Pero la verdadera clave del fin de la indecisión del electorado está en el discurso de George W. Bush. Dedicó la segunda mitad del mismo a justificar la guerra de Irak alegando que el mundo no es el mismo desde el violento derribo de las torres gemelas y la promoción de la seguridad en el mundo con la democracia como principal arma. Pero más que hablar del pasado Bush ha mirado hacia delante. No ha tenido que presentarse ante los americanos, porque ya le conoce, lo que le ha permitido presentar su programa para los próximos cuatro años.