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José Carlos Rodríguez

Entre dos fuegos

La libertad no me parece una mala idea, y es más que suficiente para oponerse con coherencia y fuerza moral a las pretensiones totalitarias de Zapatero y a su nula política económica. Pero quizá sea un valor demasiado grande para una oposición garbancera.

Jose María Lassalle es como esos intelectuales de izquierdas dispuestos a poner su ideología al servicio del poder. Él utiliza el reclamo ideológico pero no al servicio de las ideas, sino de la oportunidad política. Es el interlocutor de Rajoy con los lectores de El País, y tiene la misión de hacerles ver que el PP de Mariano respira un liberalismo relativista y abierto con el que, llegado el caso, podrían transigir. Rajoy quiere que la izquierda, sin dejar de odiarle sincera y abiertamente, le perdone al menos los martes y los jueves. Puede parecer complicado, pero Lassalle confía plenamente en sus dotes para llevar al lector de El País por donde quiera Mariano.

Ese es el sentido, y no otro, de su último artilugio en El País, Afinidades despectivas, que es como la serie Cuéntame: los elementos son verdaderos, pero el relato es falso. Lassalle nos viene a presentar un movimiento conservador estadounidense unitario que es esencialista, moralizante e intolerante, y que ha desembocado en el neoconservadurismo belicista de George Bush. Al parecer están en el ajo Russell Kirk y Eric Voegelin, William Buckley y Leo Strauss. Al parecer no tiene para Lassalle la más mínima importancia que Buckley intentara aunar coherentemente una moral conservadora y tolerante con el liberalismo político y económico, o que lanzara en los últimos años duras críticas a George W. Bush precisamente por su política en Irak y en el propio Estados Unidos. La realidad no tiene aquí tanta importancia. Lo que cuenta es convertir a Leo Strauss en líder de esta panda, en "principal impulsor de la Revolución Conservadora", y valladar contra el liberalismo "relativista" que nos propone y que achaca a Karl R. Popper e Isaiah Berlin.

Pero la llamada Revolución Conservadora, que tiene su primer gran exponente en la fracasada candidatura de Barry Goldwater, debe mucho menos a Leo Strauss que a otros autores que, o bien están tratados de forma torticera, como Buckley, o bien no aparecen en su relato porque su sola presencia lo invalidaría, como Friedrich Hayek, Ayn Rand, Milton Friedman, Frank Meyer o Ludwig von Mises. Los neoconservadores, que pese a su nombre proceden de la izquierda, no se alían con la derecha hasta los 80, cuando la Revolución Conservadora está ya en marcha. Y, dicho sea de paso, deben a Strauss mucho menos de lo que sugiere Lassalle. Todo esto lo ignora el secretario de Estudios del PP no por desconocimiento sino por estrategia, por oportunismo político.

Le han dado cumplida respuesta José María Marco y el GEES mas, al menos en este think tank, con alguna expresión que puede entenderse como de un conservadurismo antiliberal. Nada de ello es necesario. La opción "libertaria" que menciona por oposición José María Marco está muy lejos del liberalismo insustancial de José María Lassalle y que se mueve entre el relativismo y el oportunismo. Y, por otro lado, es compatible con la defensa privada de una moral conservadora, sin caer en la tentación de querer imponerla por medio del Estado. La libertad no me parece una mala idea, y es más que suficiente para oponerse con coherencia y fuerza moral a las pretensiones totalitarias de Zapatero y a su nula política económica. Pero quizá sea un valor demasiado grande para una oposición garbancera.

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