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José Enrique Rosendo

Beatifiquemos a Zapatero

Según De la Vega, con ello no se va a extraer ni siquiera una gota más del Ebro, porque con tanta inversión en I+D+i han dado con la formulita de la multiplicación de los peces y los panes y la han aplicado al caso.

En cuanto que el Papa regrese de su viaje a Estados Unidos pienso ponerle una carta para recomendarle que, de inmediato, inicie el proceso para la beatificación en vida de Rodríguez Zapatero y media docena de dirigentes del PSOE. Sé que alguno me recordará que los socialistas huelen últimamente a naftalina masónica, como en los tiempos de Rodolfo Llopis, y que si por sus actos les conoceréis, ahí tenemos todo tipo de tropelías contra la moral católica y, en concreto, la aversión a ciertas sotanas, obispos y conciencias.

Pero dejando todas esas menudencias de lado, lo que me sorprende y me hace pensar que tal vez ese "alguno" que me recuerda esas cosas esté equivocado, y como dice sosegadamente el de la cadena SER, sea un baboso putero verbenero, es la cantidad atropellada de milagros que Rodríguez Zapatero y los suyos son capaces de obrar con inaudita rapidez, apenas han vuelto a revalidar sus cargos. No me discutirán que un milagro es un signo evidente de beatitud merecedora de los altares. Y, por otra parte, que sustituir a los santos de toda la vida, tan manoseados y tan de derecha casposa, por santos laicos y republicanos es una justa contribución de los católicos a esa modernidad definitiva que abraza España, con perdón.

Repasemos algunos de esos milagros.

Uno. En Andalucía, según Chaves, sobra el agua. De hecho el desierto de Almería se ha convertido súbitamente en un generoso vergel, retando la lógica aplastante del calentamiento de la tierra que supone el cambio climático anunciado por el avinagrado Al Gore, que recuerda a los profetas apocalípticos y agoreros del Antiguo Testamento.

Dos. Se llevará agua del Ebro a Barcelona. Ustedes dirán que eso no es un milagro, sino un trasvase. Pero resulta que no, que no es un trasvase y que, además, según De la Vega, con ello no se va a extraer ni siquiera una gota más del Ebro, porque con tanta inversión en I+D+i han dado con la formulita de la multiplicación de los peces y los panes y la han aplicado al caso.

Tres. Como según la consabida máxima ignaciana en tiempos de turbulencias, como los actuales, no conviene hacer mudanza, el Gobierno ha llegado a la conclusión de que, antes de que haya que ejecutar los impagos de las hipotecas, es mejor concederles una ampliación automática a los inquilinos. El milagro consiste en que eso se hace incluso antes de llegar a acuerdos con las entidades financieras y sin que tengan que pagar a notarios y registradores, que ya es decir.

Cuatro. Con todo, el mayor milagro es el de la economía española. Porque si en el mundo entero los mandatarios se tientan la ropa a cuenta de lo que aquí denominamos turbulencias, los gobernantes españoles reconocen un crecimiento económico para España muy superior al de la media, superando por arte de birlibirloque, o por puro milagro, lo que para algunos serían barreras infranqueables: déficit exterior, diferencial de inflación, dependencia exagerada del ladrillo, etc.

Y quinto. Con 1.500 agentes bien enchufaditos, el Gobierno español va a recolocar a todos los trabajadores de la construcción que se queden en el paro. Da igual que en otros sectores no exista tampoco demanda, o que los trabajadores estén menos cualificados, porque el Gobierno creará trabajo del mismo modo que brotó el maná para los hijos de Israel.

Podría ponerles más ejemplos, pero me basta con recordarles que estos socialistas patrios, emulando a Orfeo, han llegado incluso a domesticar a las fieras hasta el extremo de que Ruiz-Gallardón, en gran recogimiento franciscano, ora todas las noches por la suerte de Miguel Sebastián. Y tampoco me extrañaría un pelo que Soraya se hubiera ofrecido a solucionarle los bajantes a Bermejo. Los de su piso público, me refiero, que los del CGPJ ya los han medio enjaretado en un plisplás, no como Zaplana, que no daba una de tan malo malísimo como era.

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