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José Enrique Rosendo

El escándalo oculto del debate

El hecho de que una mayoría de encuestados considere que el debate lo ha ganado Zapatero obedece a la conjunción de la izquierda (socialistas más comunistas) y los nacionalistas, que a la hora de votar el 9 de marzo se disgregará

Ha ganado Zapatero porque las encuestas de las televisiones así lo dicen. Lo que sale por televisión es Biblia. Da igual que sea cierto como que no. La capacidad televisiva para que en quince segundos el espectador reciba un input y lo conserve en la memoria, lo que los expertos denominan hacer branding, es prodigiosa. Por eso la publicidad televisiva es carísima y la mayoría de las campañas comerciales dirigidas al gran público gastan una buena parte de sus presupuestos en invertir en spots y no en prensa, por ejemplo.

Otra cosa es la realidad, porque las encuestas tienen un sesgo del que, no sé si maliciosamente o no, nadie nos ha advertido en un grave error informativo que puede incluso incurrir en una falta grave a la deontología profesional. Porque el hecho de que una mayoría de encuestados considere que el debate lo ha ganado Zapatero obedece a la conjunción de la izquierda (socialistas más comunistas) y los nacionalistas, que a la hora de votar el 9 de marzo se disgregará porque cada mochuelo irá a su olivo particular. Esto viene a demostrar, una vez más, que el PP necesita una política adecuada en relación con las empresas de los medios de comunicación, pero eso es harina de otro costal.

Las encuestas deberían haberse dirigido, o al menos haber sesgado en un cuestionario aparte, a aquella porción de electores que previamente hubiera dicho que no tenía decidido el voto. Ahí es donde de verdad habríamos detectado quién ha ganado el debate, especialmente si tenemos en cuenta que estas elecciones se van a decidir, según parece, por la mínima.

Mi percepción es que quien ha ganado el debate de verdad ha sido Mariano Rajoy. Es cierto que se trata de una valoración subjetiva y que no se sustenta en un estudio demoscópico, pero tengo algunos motivos para pensar que ha sido así.

El primero es que el presidente del Gobierno se mostró tenso durante todo el debate. Interrumpía constantemente a Rajoy. Mostró una mayor agresividad verbal y gesticular, hasta el punto de que conforme avanzaba el debate, el socialista se inclinaba más hacia la mesa. Y estuvo pésimo a la hora de ofrecer argumentos, por cuanto todos los españoles vieron que para defenderse recurrió a hacer oposición a la oposición, como si esta campaña electoral fuera la de 2004 y no la actual.

El segundo, y más grave, consiste en la enorme torpeza del presidente cuando rozó, desde mi punto de vista, la legalidad. En efecto, sacó un documento que debía estar custodiado por los funcionarios públicos, cual era el de la regularización de un inmigrante por medio de un bonobús. Zapatero llegó a mostrar el expediente administrativo, algo que además de impropio, vulnera la imparcialidad de la Administración Pública en un proceso electoral, de una parte, y el derecho a la intimidad de ese ciudadano regularizado, por otro.

Ya vemos que Carlos Segovia tenía razón en la información que ese mismo día publicó El Mundo en relación con los funcionarios del Ministerio de Economía y Hacienda. Han perdido los papeles hasta el punto de que el aparato del Estado se ha puesto al servicio de un partido político. Eso parece, al menos.

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