Menú
José Enrique Rosendo

El ladrillazo de ZP

Lo que tenemos entre manos es un auténtico escándalo político de primera magnitud. Un Gobierno volcado literalmente en que las empresas no quiebren hasta que pase el periodo electoral, para no generar alarmas.

Hay quien piensa que después de las elecciones del domingo vamos a empezar a conocer de verdad la crisis por la que atravesamos, y que el Gobierno y el PSOE se empeñan en enmascarar. El ICO ha publicado que los consumidores han recuperado un cierto optimismo en las últimas fechas, y debe ser que el maquillaje se les ha ido de las manos o que la propaganda zapateril ha tenido un efecto en la percepción cotidiana de los españoles sobre el futuro de nuestra economía, a fuerza de repetir tantas veces que no pasa nada y que esto se corregirá en dos telediarios.

Las cosas pintan mal. Les voy a poner un ejemplo, al que ya me referí hace unas semanas. ¿Se acuerdan ustedes de Luis Portillo? Era para muchos el ejemplo nítido de que el hijo de un albañil podía alcanzar las mieles celestiales durante el milagro económico español a lo Solbes. Tanto es así que el candidato socialista a la Alcaldía de Sevilla, el señor Sanchez Monteseirín, le utilizó para que realizara su presentación pública en las municipales del pasado año.

Portillo hizo fortuna a la sombra de la Expo 92 y luego con la compra y promoción de suelo residencial en Andalucía. Con los primeros dinerillos se alió con algunas cajas andaluzas y pronto saltó al estrellato al comprar y luego vender, con largas plusvalías, un paquete importante de Metrovacesa. Con ese dinero calentito más un paquete de suelo recalificado se hizo con Inmocaral, la antigua Fosforera española transitada a inmobiliaria en los tiempos de González, que finalmente adquirió Colonial a La Caixa y el 15% de FCC, entre otras proezas.

Hoy el imperio de Portillo, que cotiza en el Ibex de nuestra bolsa, ha perdido más del 70% de su capitalización bursátil, y tiene una deuda con los bancos (sobre todo extranjeros) que ronda nada más y nada menos que el 0,83% del PIB español. Tal cual. Una deuda que Portillo no va a poder pagar porque el cambio de ciclo le ha pillado con muchísimo suelo por desarrollar y con unos activos que se desvalorizan a marchas forzadas en torno a un 30%.

Así las cosas, Colonial atraviesa una crisis tan dura que algunos creen que podría acabar en un concurso de acreedores. Pero hete ahí que, según parece, interviene la Oficina Económica de Moncloa, la que dirige desde lejos el pobre Sebastián, para intentar parar una hecatombe tan considerable a escasos días de las elecciones. Y comienza el sainete. Primero aparece General Electric que dice que quiere lanzar una OPA, que finalmente no lanza. Luego aparece un fondo soberano de Dubai, ICD, que también dice que va a lanzar una OPA pero que vuelve a retirarse. Finalmente el fondo vuelve a negociar con Portillo, pero esta vez sin poner una fecha exacta para la finalización de las negociaciones.

Y todo eso con la CNMV de Arenillas, el de los vinos caros, mirando para otro lado. El asunto ha sido de tal envergadura que no ha podido pasar desapercibido para los ojos escrutadores de los fondos internacionales, de los grandes inversores extranjeros, que han contemplado atónitos y estupefactos cómo el organismo supervisor del mercado de valores español era incapaz de poner el más mínimo orden en un valor que, a fuerza de noticias y desmentidos, se ha despeñado a niveles catastróficos dejándose en el camino el ahorro de decenas de miles de pequeños inversores españoles.

No sé lo que va a suceder con el asunto. Pero lo que tenemos entre manos es un auténtico escándalo político de primera magnitud. Un Gobierno volcado literalmente en que las empresas no quiebren hasta que pase el periodo electoral, para no generar alarmas. Una CNMV servil al Gobierno e inútil a su auténtico cometido. Y un país que pierde credibilidad ante los mercados internacionales. Por chapuzas.

En Libre Mercado

    0
    comentarios