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José Enrique Rosendo

El PIB fatal, ¿y el IBEX en 14.000?

España se enfrenta pues ante una complicadísima y particular crisis económica que no se va a solucionar automáticamente por la mejora del contexto internacional.

A pesar de la mala noticia que esta mañana escupían los teletipos sobre el PIB español, el IBEX navegaba viento en popa a toda vela sobre un festivo mar de números azules, enseñoreado por ensoñaciones y espejismos. Las cifras del PIB son demoledoras y corrigen incluso las previsiones del Banco de España, que preveía un crecimiento de 0,4 frente al 0,3% registrado, es decir, un 33% menos, hasta el punto de que el propio Solbes, tan optimista en tiempos electorales, comienza ya a reconocer que la desaceleración está tomando una velocidad considerable. Aunque también es cierto que el servicio de estudios del BBVA había pronosticado un crecimiento incluso menor, en torno al 0,2%.

La prensa internacional, particularmente The Wall Street Journal, publicaba este miércoles un interesante artículo en el que ponía de manifiesto que cada día son más los economistas que están viendo ya luz al final del túnel de la crisis en Estados Unidos, en línea con las declaraciones del representante de la Reserva Federal de Texas, que se ufana de que la situación es menos grave de lo que se ha previsto en origen. Allí ahora preocupa la inflación y los inversores descuentan ya una subida de tipos de interés fechada en los últimos meses del año.

Quienes creen que las curvas más cerradas las hemos dejado atrás se parapetan detrás de algunos datos que entienden son positivos: la intervención de Northern Rock y de Bear Stearns, de un lado; la drástica y coordinada intervención con inyecciones de capital por parte de los principales bancos centrales, de otro; y sobre todo la fuerte capitalización que están consiguiendo algunas grandes entidades financieras para sanear sus balances (aunque no conviene perder el ojo con lo que le está sucediendo estos días a Credit Agricole, que el martes se hundía en bolsa un 20% tras anunciar una mega ampliación de capital).

No obstante, los inversores siguen ampliando las cotas de aversión al riesgo. Y lo más interesante es que hay quienes señalan la cadencia con la que podemos encontrarnos con nuevos sustos de calibre desconocido. Para estos avezados analistas, las fuertes sacudidas y los sustos mortales se dan con asombrosa precisión coincidiendo, semana arriba o abajo, con las fechas de compensación en el Mercado Monetario Internacional, cada trimestre, que opera con futuros de monedas y tasas de interés además de los temibles Credit Default Swaps (CDS), unos derivados financieros que se venden a modo de seguros de incumplimientos de pago. Las fechas de compensación del MMI caen el tercer miércoles del último mes de cada trimestre. El próximo, el 18 de junio. Así que ya veremos por entonces.

Pero aunque aceptemos, siquiera sea dialécticamente, unos primeros síntomas de que la situación internacional ha tocado fondo, lo cierto es que la economía española se mueve además en otros parámetros. Como ya puse de manifiesto en enero (3 de enero de 2008) en este mismo diario, las famosas turbulencias financieras no han hecho otra cosa que catalizar el agotamiento del modelo de crecimiento español, basado en la demanda interna y en el ladrillo (conviene no olvidar que nuestra población ha crecido precipitadamente en torno a un 10% por la inmigración), que al estar sustentado en un fortísimo endeudamiento exterior ha sufrido de manera extraordinaria el agotamiento del crédito.

Y el próximo semestre, y me gustaría equivocarme, vamos a estar bastante peor. Les voy a poner dos datos significativos. El primero, que para finales de verano y principios de otoño se van a terminar las 500.000 viviendas que se construyen en este momento, lo que significará un considerable repunte del desempleo y, también, de los problemas financieros de muchas inmobiliarias de diverso tipo y tamaño. El segundo, lo advertía el martes el Deutsche Bank, el empeoramiento drástico de la situación de la banca española de tamaño pequeño y mediano, y no hablemos de las cajas de ahorros. Ojo a alguna catalana, sobre la que Fernández Ordóñez anda bastante preocupado.

España se enfrenta pues ante una complicadísima y particular crisis económica que no se va a solucionar automáticamente por la mejora del contexto internacional. Hemos perdido, todo un lujo, ocho meses por culpa de una larguísima campaña electoral. Pero el Gobierno no parece dispuesto, todavía, a practicar el bisturí sobre nuestros problemas más acuciantes: la reforma laboral, la política energética, la presión fiscal y la liberalización de sectores aún intervenidos. A este paso comprendo perfectamente a quienes creen que nos encaminamos hacia la portugalización de nuestra economía. Sobre todo cada vez que escucho a Rodríguez Zapatero y los suyos hablar con desmedida alegría del gasto social.

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