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José Enrique Rosendo

Impuestos y nerviosismo electoral

Lo que hace el PSOE cuando habla de impuestos produce siempre la incómoda sensación de que improvisa, quizá porque los socialistas en su fuero interno no creen ni nunca han creído en la reducción de la presión fiscal como una herramienta de progreso.

El presidente Zapatero ya le ha contestado a Solbes. El vicepresidente económico, que irá de número dos por Madrid, dijo que si el PSOE gana las generales de marzo él está dispuesto a continuar llevando las riendas de la economía española pero que iba a tener más peso político. Una semana después, un ZP visiblemente noqueado en las jornadas organizadas por The Economist anuncia por sorpresa que eliminará el obsoleto Impuesto sobre el Patrimonio sin que Pedro Solbes lo supiera. Es más, en contra del propio criterio de Solbes.

Mariano Rajoy ha propuesto eximir de impuestos a los mileuristas, que tendrán más dinero en el bolsillo cotidiano gracias a que no sufrirían retenciones fiscales sobre sus nóminas. Con esta audaz medida fiscal, el PP estimulará además el consumo y el empleo. En cambio, el PSOE propone la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio, unos 1.400 millones de euros aproximadamente. Pero como a renglón seguido ZP declara que va a compensar a las comunidades autónomas por este, digamos, lucro cesante, en realidad lo que consigue es que todos los españoles, independientemente del patrimonio que tengan, sufraguen la menor presión fiscal para quienes declaran tener un cierto patrimonio. Las mismas consecuencias han tenido otras propuestas "socialistas" como el cheque-baby o las relacionadas con el alquiler de viviendas para jóvenes. ¿Quién puede sostener a partir de ahora ese topicazo de que la derecha beneficia a los ricos y que la izquierda es la opción de los trabajadores?

Soy partidario de la reducción e incluso de la eliminación de impuestos, tasas y tributos por sistema, porque no es en absoluto cierto que un Estado frondoso garantice que todos podamos vivir mejor. Que los ciudadanos administren su propio dinero y que el Estado nos detraiga cuanto menos mejor es el mejor camino para dinamizar una economía, para hacernos competitivos en un mundo global y, por tanto, para conseguir mayores cotas de bienestar.

Pero lo que hace el PSOE cuando habla de impuestos produce siempre la incómoda sensación de que improvisa, quizá porque los socialistas en su fuero interno no creen ni nunca han creído en la reducción de la presión fiscal como una herramienta de progreso y mucho menos como algo justo. O lo que es lo mismo, nunca han confiado y no confían en que la sociedad, los individuos, podemos y debemos valernos fundamentalmente por nosotros mismos. La izquierda, bajo el manto de aspirar a la igualdad, no hace otra cosa que oprimir, cuando no atrofiar esa capacidad de iniciativa, de creatividad, de responsabilidad que tenemos todos los seres humanos, y confía en que el Estado, es decir, ellos mismos, son los únicos ciertamente capacitados para decidir qué es lo que más nos conviene a cada uno de nosotros.

En el fondo, Zapatero se delata con este afán interminable de prometer y prometer a tres meses de las elecciones. Las encuestas le tienen noqueado, porque la máxima ventaja que le conceden frente a Rajoy es de dos puntos. En las pasadas elecciones generales de 2004, el PSOE superó al PP en cinco puntos y eso se tradujo sólo en 16 escaños. Si ahora la distancia es, como mucho, de dos puntos, ¿cuál sería la diferencia de diputados entre los dos grandes partidos? ¿Es posible incluso que hoy Rajoy tenga ya más diputados que ZP, aunque menos votos? ¿Por qué está tan nervioso Zapatero, que no para de prometer cualquier cosa con tal de acaparar informativos y tratar de arañar votos sin preocuparse de a qué caladero va a pescar?

La situación económica española exige seriedad en las propuestas programáticas de los grandes partidos. El PSOE está demostrando, lo veremos en un próximo artículo, que no tiene una idea coherente para el mundo económico y empresarial. El PP, en cambio, no parece que sepa vender su programa en esta materia, mucho más riguroso y creativo.

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