Menú
José Enrique Rosendo

Un grave ataque a la libertad

Con la que está cayendo en el parqué, con unos mercados altamente volátiles y claramente bajistas, es algo más que inaudito que estas compañías no reparen en la importancia de informar con rigor y eficiencia a sus accionistas.

Curioso el titular de la segunda noticia de la portada de Expansión del miércoles: "Las empresas no contestan al accionista". En páginas interiores incluso es más gráfico y sorprendente: "El Ibex está apagado o fuera de cobertura".

El rotativo salmón ha tenido la feliz idea de hacerse pasar por un pequeño inversor, y llamar uno por uno a los distintos departamentos de atención al inversor. Esta iniciativa me recuerda aquella otra, hace unos cuantos de años, cuando a alguien de ese mismo periódico se le ocurrió comparar el rendimiento de la cesta bursátil elegida por "un mono" (un grupo de periodistas de la casa) con la de unos cuantos y destacados brokers, siguiendo la idea de Burton Malkiel en Un paseo aleatorio por Wall Street. Al cabo de unas pocas semanas, los brokers, batidos por "el animal", reclamaron y consiguieron la finalización del juego. Estaban literalmente aturdidos.

Según la información elaborada por Sergio Saiz, muchos de los servicios de atención al cliente de las mayores compañías cotizadas de este país tienen auténticos problemas para informar a los inversores sobre conceptos tan elementales como necesarios a la hora de decidir sus posiciones en Bolsa: el PER (precio dividido por beneficio), el free-float (porcentaje del accionariado que cotiza libremente en bolsa y no está comprometido por el núcleo duro de la compañía) o, más grave aún, la propia política de dividendos de la empresa.

Con la que está cayendo en el parqué, con unos mercados altamente volátiles y claramente bajistas, es algo más que inaudito que estas compañías no reparen en la importancia de informar con rigor y eficiencia a sus accionistas. Me resulta difícil de creer y desde luego insultante, porque esto coloca en desventaja a muchos pequeños ahorradores en relación con la información que reciben otros estamentos, como el de accionistas institucionales o grandes patrimonios.

Quienes creemos en la libertad de mercado y en el capitalismo de base popular no podemos pasar de puntillas ante una situación así, porque afecta a la propia línea de flotación del sistema y constituye un ataque certero contra la libertad económica. Empresas cotizadas como Santander, Telefónica o Red Eléctrica Española, por poner sólo tres ejemplos, no pertenecen en absoluto a sus presidentes, consejeros o directores generales. Pertenecen a un amplio sector de la población, cerca de cuatro millones de personas, que invierten (o son susceptibles de invertir) en este tipo de productos financieros. Unos lo hacen para especular, y soy de los que opina que la especulación es legítima en un sistema de libre mercado, siempre que el inversor se atenga a la legalidad y que además se responsabilice de sus consecuencias cuando no son las esperadas (nada de recurrir al papá Estado cuando vienen mal dadas, señores de Afinsa o Forum). Pero otra gran mayoría lo hace para invertir sus ahorros en un escenario de tipos especialmente bajos, sobre todo cuando conviven con una inflación relativamente alta.

Hace unos meses hemos visto a Manuel Pizarro, hoy candidato número dos del PP de Madrid al Congreso, defender con uñas y dientes el mayor valor para los accionistas de Endesa en las sucesivas OPAs. Pizarro entendió que, en efecto, esa era su obligación como presidente de la compañía y arriesgó todo en el envite. Pero por desgracia, el turolense no pasa más que por ser un modelo poco usual entre sus antiguos compañeros de oficio. Hay más ejemplos, y más sangrantes, en el lado contrario: quienes se enroscan en sus consejos, prácticamente sin invertir con su dinero particular en la compañía, y por si fuera poco son reacios, o simplemente indolentes, a facilitar una información de libro a quienes han invertido o piensan invertir sus modestos ahorros.

Si esto sucede a este nivel tan superficial, entiendo perfectamente que los mercados sufran ante la actual crisis alentada, al decir de algunos (no es mi opinión, quiero aclarar), por la desconfianza generalizada tras fenómenos como las subprimes norteamericanas. Así, entiendo que los inversores internacionales comiencen a no tener a España entre los países más interesantes en donde invertir. Los políticos han hecho mucho al respecto y tienen una parte de responsabilidad. Pero también comportamientos corporativos nada gratificantes como los que denuncia el diario económico.

En Libre Mercado

    0
    comentarios