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José García Domínguez

Artur Mas en el país de los muditos

Lo específico de Cataluña es que toda la prensa, sin excepción, trabaje al servicio del mismo poder.

Lo específico de Cataluña es que toda la prensa, sin excepción, trabaje al servicio del mismo poder.

El genuino hecho diferencial catalán no reside en que la prensa trabaje al servicio del poder. La prensa siempre ha trabajado al servicio de algún poder en cualquier parte, no solo en Cataluña. Lo específico del país petit, lo que hace de su caso singular extravagancia en el mundo occidental, es que toda la prensa, sin excepción, trabaje al servicio del mismo poder. La disciplinada, férrea unanimidad polpotiana, he ahí el rasgo identitario que distingue al periodismo catalán del periodismo. Porque el hecho diferencial del catalanismo no remite a su obsesión por controlar la información. Con estadios de mayor o menor gravedad, esa patología moral la comparten todos los movimientos políticos con mando en plaza. Aquí y fuera de aquí. No, lo singular del catalanismo no es eso.

Lo que en verdad distingue a Cataluña de las sociedades abiertas es que nunca ocurre nada cuando esa enfermedad se traduce en actos administrativos concretos. Porque lo ajeno a un orden civil democrático no es que la Generalitat haya vuelto a encargar otro informe confidencial sobre las opiniones y actitudes frente al secesionismo de los periodistas locales. Lo inconcebible en cualquier comunidad libre es que, una vez sabido, las rotativas reaccionen con el silencio. O sea, lo que, por norma, ocurre en Cataluña. Llueve sobre mojado. Cuando el columnista de La Razón Antonio Bolaño, en su día jefe de Prensa de la Generalitat, avaló otro dossier para vigilar a los periodistas díscolos con el Tripartito, en Barcelona se hizo el silencio; el más monacal, indigno y medroso de los silencios.

Ni un solo editorial, ni un solo artículo de opinión, ni un solo programa en las mil radios y televisiones nacionalistas. Nada, únicamente el silencio de los corderos. Y ahora, nadie lo dude, volverá a ocurrir lo mismo. Matrix jamás hubiera sido posible sin ese gente, los muditos y las muditas del espacio catalán de comunicación. Si algo hay auténticamente transversal en la Cataluña del pospujolismo es la voluntad de obedecer a quien controle el Presupuesto. "Vicio monstruoso" llamó Étienne de La Boétie, en el Discurso sobre la servidumbre voluntaria, al consentimiento libidinoso con que ciertas criaturas festejan su propia esclavitud. Y añadía:

Es increíble cuán pronto el pueblo se vuelve súbdito (...) Obedece tan fácil y tan voluntariamente que uno es llevado a afirmar que ese pueblo en verdad no ha perdido su libertad sino que ha ganado su esclavitud.

Así Cataluña.

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