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José García Domínguez

Atracción fatal

¿Qué sagrado derecho a la intimidad amenazará Sitel si basta con abrir un periódico para disponer de un dossier completo sobre las infidelidades conyugales y las perversiones sexuales de media España?

La única condición, necesaria y suficiente a la vez, para andar alarmado con el último juguete de Rubalcaba, Sitel creo que le llaman, consiste en desconocer la Historia de España. Al cabo, ese trasto en su versión primera, la biológica, ya estaba más que inventado en 1937. Recuérdese al efecto aquella célebre conversación telefónica de don Manuel Azaña súbitamente interrumpida por una recia voz del pueblo, al parecer adscrita a la CNT. "No puede usted continuar hablando de esas cosas. Está prohibido". "¿Por quién?". "¿Por mí?"."¿Cómo no voy a poder hablar si soy el presidente de la República?". "Razón de más. Sus obligaciones son mayores". Y ahí se cortó la línea.

Aquí, el Poder, que es paranoico por naturaleza, siempre presume tras la prosaica vulgaridad pública de sus adversarios fantásticas conjuras ocultas y arcanos enigmas gnósticos. De ahí que los sótanos del Ministerio del Interior lleven más de medio siglo empedrados con cintas de casete donde el diputado Pérez pregunta a su legítima qué le va a servir de cena por la noche, el subsecretario Martínez solicita hora al dentista, y el famoso periodista López ruega un préstamo de veinte mil duros a su cuñado, el orondo contratista Gómez.

A su vez, la gente, o la ciudadanía como dicen los cursis, resulta inconsistente por contradictoria. ¿Qué sagrado derecho a la intimidad amenazará Sitel si basta con abrir un periódico para disponer de un dossier completo sobre las infidelidades conyugales y las perversiones sexuales de media España? Pero si aquellos fulanos siniestros que dirigían la Stasi, Securitate o el propio KGB no darían crédito a sus ojos, contemplando cualquier magazine del "corazón" en Telecinco o Antena 3. ¿La preciada privacidad de los españoles, amenazada por un chisme informático? No nos hagan reír.

En fin, la única conjura que hay detrás de Sitel, como siempre, es la de los necios. Así, al ministro Rajoy Brey, ya que no se le ocurría modo mejor de enterrar trece millones de euros, le faltó tiempo para comprarlo. Eso sí, con la intención expresa de no utilizarlo jamás, bajo ningún concepto, nunca. Ya se sabe, cosas del Taoísmo pontevedrés. Que no se quejen entonces si ahora les cae encima la loca deAtracción fataldisfrazada de Rasputín: "Veo todo lo que haces y oigo todo lo que dices". Qué miedo, cualquier día irrumpe con el cuchillo en el Hemiciclo.

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