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José García Domínguez

Cacería humana en Londres

Por eso, esta guerra deviene tan distinta a todas las demás. Por eso, ganarla nos resultará infinitamente más arduo que otras veces en la historia. Porque, ahora, los tenemos al lado, mezclados con las futuras víctimas

Están aquí, entre nosotros. Y no hay forma humana de distinguirlos a primera vista. Pues también visten al estilo occidental, igual que nosotros. Y viven en los mismos barrios que nosotros. Y llevan a sus hijos a los mismos colegios que nosotros. Y les encantan las chuletas de cerdo tanto como el jamón de bellota, porque comen de todo, igual que nosotros. Y van al fútbol los domingos con nosotros. Y se consideran a sí mismos seres civilizados, igual que nosotros. Y ayudan a cruzar la calle a las ancianitas, tal como hacemos nosotros. Por eso, esta guerra deviene tan distinta a todas las demás. Por eso, ganarla nos resultará infinitamente más arduo que otras veces en la historia. Porque, ahora, los tenemos al lado, mezclados con las futuras víctimas. Y porque, cada mañana, durante todos los días del año, seguirán acosándonos, allí, a la vuelta de la esquina; justo allí, sobre la barra del bar, entre esa taza de café y el croissant.
 
El viernes, sin ir más lejos, se propusieron recordárnoslo. De ahí que nos volviesen a zarandear. Fue para que no fantaseásemos más con la idea de que habitan eriales remotos en continentes lejanos; para que retornáramos a la cruda realidad y no olvidásemos ni por un segundo el hedor insufrible de su aliento en la nuca. Por todo eso festejaron así el asedio criminal contra los británicos, en su Periódico de Catalunya: “Al-Qaeda ridiculiza la seguridad en Londres”. Ridículo, según el DRAE: “Adj. Que por su rareza o extravagancia puede mover a risa. Adv. Expuesto a la burla de las gentes, sea o no con razón justificada”. Ridículo, según El Periódico de Catalunya: Otros cincuenta y dos londinenses que también podrían haber reventado en pedazos con sus miembros esparcidos por los andenes del Metro, esta vez han salvado el pellejo.
 
Pero, con el Diccionario en la mano y a pesar de tratarse de asunto tan risible como el que nos ocupa, lo suyo sería haber titulado con otro rigor, el que se supone a todo profesional verdaderamente comprometido con la causa. Por ejemplo: Londres, jódete. Hubiera resultado ése un enunciado asaz preciso ya que transmitiría idéntico aleluya, pero ajustando mucho mejor el mensaje a la doctrina de aquel viejo maestro, Gracián, que no era de la Franja de Aragón pero casi: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y cuesta trabajo entender que no se les ocurriese otro, todavía más canónicamente escueto, aunque adornado al tiempo con idéntica carga valorativa que el elegido. Un ¡Ja,ja,ja! que ocupara la portada toda, pongamos por caso. O un ¡Hay motivo! O sencillamente, un Blair, asesino.
 
Están aquí, entre nosotros. Y tal vez exista una forma humana de distinguirlos a primera vista. Porque son los que piensan que la navaja de Occam es esa trapera que guardan ellos en el bolsillo izquierdo del pantalón, esa que ahora llevan envuelta en el titular de mañana, sábado: “Cacería humana en Londres”.

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