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José García Domínguez

Cataluña, fábrica de cayucos

"Los zulúes, los castellanos y los antropófagos aún tardarán algunos siglos para gozar de los frutos de un positivo bienestar social, puesto que estas razas de espíritu regresivo son refractarias al progreso humano".

Al fin, Mas, Duran Lleida y Carod han gestado una idea eficaz para poner coto a la nueva oleada de charnegos de todos los colores que se cierne sobre Cataluña. Y ya andan exigiendo que los inmigrantes demuestren saber Historia para poder votar en las municipales. Extraordinaria ocurrencia, lucidísima. Pues, a poco que apliquen en la labor, para mí tengo que el puerto de Barcelona se nos abarrotará de cayucos. Con destino de vuelta a Senegal, claro. Bastará con que, entre los contenidos mínimos a superar en el examen, se incluya de modo inexcusable el dominio de las obras completas del muy laureado doctor Robert, el mismo al que Narcís Serra erigió una estatua monumental tras ser elegido alcalde.

Aquel galeno Robert, gran patriarca del catalanismo, que en 1900, tras largos años de reflexión y estudio, sentenciara de modo inapelable que la configuración ósea de la raza catalana resulta dolicocéfala, frente a la tosca braquicefalia de los demás peninsulares. Huelga decir que la ciencia de su coetáneo Lluhí i Rissech, otro nacionalista moderado, asimismo deberá integrar ese currículum básico, gracias al que los recién llegados empezarán a saber lo que vale un peine en Casa Nostra. En concreto, les será de mucha ayuda para integrarse en lo que hay que memoricen esta sentencia de ese patricio: "La idea autonomista es simpática a los elementos de la raza aria de España y resulta terriblemente antipática a los elementos de la etnia semita".

Como también el párrafo que sigue, fruto éste del cráneo privilegiado de Joan Bardina, otro de los pioneros del movimiento catalanista: "Constatemos el parecido entre el carácter del pueblo castellano con el de la antigua Siria y podremos realizar un paralelismo entre las luchas que sostuvieron los griegos y romanos contra los persas y cartagineses, con las que han mantenido muchas veces las dos razas opuestas que habitan la Península Ibérica". Y este otro, obra de su igual Antoni Sayós i Paramon, un protoconvergente más de finales del XIX: "Es una cuestión de higiene social impedir la entrada en Cataluña de elementos personales, intelectuales, morales y políticos degenerados y producto de razas inferiores, además de decadentes, que se han introducido ejerciendo la acción desorganizadora que realizan los elementos biológicos perniciosos".

Tampoco sería mala idea introducir la modalidad del comentario de texto en los exámenes; el siguiente, deposición del mismo Sayós, se antoja ideal para los fines pedagógicos de la iniciativa: "Los zulúes, los castellanos y los antropófagos aún tardarán algunos siglos para gozar de los frutos de un positivo bienestar social, puesto que estas razas de espíritu regresivo son refractarias al progreso humano". Además, los alumnos que vayan a por nota habrán de superar, claro, una reválida. Inexcusable debiera de ser para éstos el conocimiento de la gran obra vital de Josep Vandellós, el amigo y discípulo de San Pompeu Fabra que en tiempos de la República fundó la discretamente hitleriana Sociedad Catalana de Eugenesia.

Como preceptivamente se ha de imponer que no ignoren la paternidad de la máxima"Sóc un nazi català", célebre divisa del famoso abuelo de David Madí, el actual portavoz de CiU. Sin olvidar, naturalmente, que todos los aspirantes a la matrícula de honor han de llorar al escuchar la dramática confesión que el niño Oriol Pujol hiciera en su día a su madre, Marta Ferrusola:"Hoy no puedo jugar, mamá: todos los niños son castellanos". Que Dios se apiade del práctico del puerto. Lo van a desbordar.

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