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José García Domínguez

Cerezas podridas

Ahora, resulta que nuestro entero entramado constitucional pende de un ramito de cerezas. Y si a alguien le diera por estirar de una para servirse el postre, ¡zas!, el edificio entero se vendría abajo

Hasta la madrugada del 23-F, aquí tuvimos una democracia de realquilados con derecho a cocina, todos pendientes de si florecían o no los almendros. Veintidós años más tarde, tras el 11-M, la amenaza del espadón hortofrutícola no es muy distinta. Ahora, resulta que nuestro entero entramado constitucional pende de un ramito de cerezas. Y si a alguien le diera por estirar de una para servirse el postre, ¡zas!, el edificio entero se vendría abajo. Con ese verbo abrupto tan de filólogo asilvestrado, así lo acaba de certificar el Hombre de las Flores (de un día): "Si se tirase de una cereza en el caso de Rafael Vera, caería todo el ramo, y yo no quiero que se hunda la democracia en España".
 
Muy poco antes de la madrugada del 23-F, Adolfo Suárez se plantó en Prado del rey y dijo que no deseaba que la democracia volviera a ser un paréntesis en la historia de España. Hoy, muy poco tiempo después de aquella tarde de marzo que la banda de Interior pasó merendando con Galindo en la cárcel, Ibarra viene a repetir lo mismo. El drama de Suárez fue que tomaron en serio sus palabras demasiado tarde; y el de Ibarra, que seguramente es demasiado tarde para que lo tomen en serio.
 
Rafael Vera, el tipo que colocó al coronel Hernando en un vértice de la Seguridad del Estado, es un ladrón. Y el extremeño lo sabe. Igual que conoce mejor que nadie que la garantía del Sistema incluye una póliza de seguro contra hurtos que cubre periodos de hasta trece años seguidos. Porque el personaje que declaró que la furgoneta de los etarras de Cuenca era un "montaje del PP", no ignora cuál sería una única posibilidad real de que se rompiera el ramo: que la mitad de las cerezas estuviesen podridas. Lo sabe y, sin embargo, insiste: "Defendiendo a Rafael Vera defiendo a mi país".
 
Hace setenta años, el ramo rodó por los suelos a causa de que la izquierda sentía que la derecha no estaba legitimada para gobernar. Consecuentes con esa obsesión, el PSOE y Esquerra Republicana organizaron un golpe de Estado contra el Gobierno de la República. Ahora mismo, hace un momento, una parte de esa izquierda que sigue pensando exactamente lo mismo que hace setenta años, se ha puesto a hablar de golpes de Estado… en Venezuela; y la otra, de ramos de cerezas en Madrid.
 
Cualquiera que se deje caer por la hemeroteca puede comprobarlo: mucho antes de que Tejero entrara en el Parlamento, la crónica casi completa de cómo florecerían los almendros del 23-F ya se había escrito, entre líneas, en algunos periódicos. Tal vez algún día descubramos que con las cerezas del 11-M ocurrió lo mismo. Que germinaron ante las pantallas de nuestros televisores, justo entre las carátulas del Telediario y la última exclusiva sobrepiercingde penes.

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