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José García Domínguez

Contra el olvido

Libro fundamental el de Oliart con tal de conocer, por ejemplo, la intrahistoria de cierta Cataluña colaboracionista con la dictadura; la misma que después se travistió de heroica resistente con gran éxito de crítica y público.

Siendo Nerón el único presidente de RTVE que podría haber solucionado de verdad y para siempre los problemas crónicos que arrastra el ente, procede admitir que la de Alberto Oliart no ha constituido una mala elección. Aunque sólo fuese porque reabrir Contra el olvido, su libro de memorias, supone la mejor excusa que se me ocurre con tal de tampoco hoy ver la televisión. Atípico espécimen ese Oliart. Tratándose de un hombre de derechas, nunca accedió a compadrear con el franquismo. Procediendo de la Abogacía del Estado, en lugar de leer Hola y el Marca, que es lo propio en un miembro de la elite española actual, recita a Rilke. Y habiendo nacido en un país donde todo el mundo miente hasta en el mismo lecho de muerte, ha narrado una peripecia vital que desprende ese raro, exótico, inconfundible aroma de la verdad.

Libro fundamental el suyo con tal de conocer, por ejemplo, la intrahistoria de cierta Cataluña colaboracionista con la dictadura; la misma que después se travistió de heroica resistente con gran éxito de crítica y público. Impagable ese capítulo donde el futuro pope y guardián de las esencias del marxismo-leninismo, Manuel Sacristán Luzón, entonces temible jefe falangista en la sórdida Barcelona de posguerra, abofetea henchido de ira a nuestro hombre. Y es que don Alberto tuvo la ocurrencia de irse al cine en el aniversario de José Antonio Primo de Rivera. Enterado el camarada Sacristán de tamaño sacrilegio, "estalló la furia de los puños, gracias a Dios no de las pistolas", recuerda. Así se las gastaba en los primeros cincuenta el que después sería ideólogo oficial del Partido Comunista de España.

Por aquel entonces, "las calles de Barcelona hervían materialmente de entusiasmo y adhesión al Régimen", añade su subversiva buena memoria en esas páginas. Al punto de que durante la visita a Cataluña de dos de los mayores jerifaltes del fascio redentor, el conde Ciano y Serrano Súñer, en el Paseo de Gracia "se llegaba al delirio, al entusiasmo frenético [...] La multitud rugía los ‘¡Duce, Duce, Duce!’, mezclados con los ‘¡Franco, Franco, Franco!’ [...] Ardiente comunión que unificaba a los miles de individuos agolpados , convertidos en un único cuerpo entusiasmado, enloquecido, por la gloria de los dos Conductores, Franco y Mussolini". Háganme caso: apaguen ahora mismo la tele y lean ese libro. Vale la pena.

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