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José García Domínguez

El escapismo hipócrita del ministro Wert

A los pobres catalanes que quieran aprender castellano el ministro Wert los va a colar por la puerta del servicio en un colegio para ricos. O eso dice.

A los pobres catalanes que quieran aprender castellano el ministro Wert los va a colar por la puerta del servicio en un colegio para ricos. O eso dice.

A los pobres catalanes que quieran aprender el castellano el ministro Wert, de Educación, los va a colar por la puerta del servicio en un colegio para ricos. O eso dice. En los tiempos del estraperlo y el No-Do parece que era costumbre poner a un pobre en la mesa por Navidad. Un día al año se le servía un plato de pollo con patatas al indigente del barrio y así las almas pías podían celebrar su buena conciencia social durante los siguientes doce meses. Tradición olvidada que ahora se propone recuperar el ministro Wert. Porque pregonan los chicos bien de Barcelona que el castellano es idioma de pobres, pero lo cierto es que quienes no logran manejarlo con una mínima corrección formal son ellos, los pobres.

Triste tara cultural de la que semejan conscientes los patriarcas del establishment catalanista. De ahí que todos, sin excepción, hayan librado a su descendencia de esa aberración pedagógica, la inmersión obligatoria, vía escuelas privadas bilingües. Pues, como nadie ignora, en los colegios de pago se incumple de modo impune la norma que proscribe los usos docentes del español. Ocurre que el monolingüismo vernáculo, como el pollo de Navidad, es un plato solo para los menesterosos. La inmersión es cosa de los de abajo, castellanohablantes o catalanohablantes, pero de abajo. Para los otros, los de arriba, se fundó el Colegio Alemán de las niñas de Montilla o el célebre Aula, donde estudiaron Artur Mas y sus hijos.

Aula, prestigioso centro educativo que presume hasta en su página web de incumplir lo establecido por la Generalitat en materia de lenguas (sin disimulos, allí se dice que castellano y catalán serán idiomas vehiculares desde la más tierna infancia y que, más adelante, se les añadirán francés e inglés). Manifiesta rebeldía que no supuso impedimento para que su fundador, Pere Ribera, recibiese la Cruz de San Jordi de manos del mismísimo Pujol. Por lo demás, en Barcelona no llegan a diez esos centros exclusivos. Y huelga decir que no disponen ni de una plaza libre. Así que ningún pobre recomendado por Wert se va a colar tras sus altos muros. Hasta ahora la hipocresía era monopolio de los nacionalistas. Pero ni eso les quieren dejar.

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