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José García Domínguez

El golpe de Estado permanente

He ahí, en boca del propio padre putativo de la criatura, la prueba definitiva de la radical inconstitucionalidad de la Ley. Trivial bagatela que, por lo demás, semeja traer sin cuidado a ese oscuro objeto del deseo de Mariano Rajoy.

Con pulcra, estricta, inatacable lógica cartesiana, predica Artur Mas desde la portada de El Mundo que "si el preámbulo [del Estatut] dice que es una nación y el articulado habla de símbolos nacionales, la ecuación es fácil: Cataluña es una nación". Y razón no le falta. Al contrario, he ahí, en boca del propio padre putativo de la criatura, la prueba definitiva de la radical inconstitucionalidad de la Ley. Trivial bagatela que, por lo demás, semeja traer sin cuidado a ese oscuro objeto del deseo de Mariano Rajoy.

Así, a imagen y semejanza de Dencàs y el resto de los héroes nacionalistas que echaron a correr por las cloacas de las Ramblas tras la anterior asonada soberanista, la de Companys en el 34, Mas se ha declarado partidario de ventilar las discrepancias jurídicas con la sentencia en la calle. "Si el Tribunal Constitucional toca el Estatut, Cataluña debe salir a la calle", ha ordenado, gallardo y altanero, el recién investido coronel Tapioca de los escamots pujolistas. Enésima baladronada incivil contra un órgano del Estado de Derecho que, tratándose de los convergentes, no cabe afirmar que suponga novedad. Recuérdese al respecto que ya desfilaron furiosos por aceras y calzadas cuando otros magistrados españoles cometieron la osadía de pretender averiguar dónde estaban los trescientos cincuenta mil millones de pesetas que habían volado de la caja fuerte de Banca Catalana.

La transmutación de las cuatro provincias en nación; el correspondiente oropel de los símbolos nacionales; la apelación al pueblo catalán en tanto que peregrino sujeto de la soberanía; esos arcanos derechos históricos que nadie acierta a precisar; una financiación privilegiada; la alegre absorción de competencias estatales; la flamante bilateralidad como teoría y práctica de la relación con el Estado; la expulsión sin contemplaciones del defensor del Pueblo de Cataluña; la fijación de derechos específicos y exclusivos de los catalanes; la definitiva supresión, en fin, del bilingüismo teórico que aún regía en el papel mojado de las leyes; en todo eso andaba pensando Mas al apostillar durante la misma deposición: "Si el Constitucional descafeína o diluye el Estatut, tendremos un problema serio". En cambio, si obedece y cede a la presión, tal como le ordenan Gobierno y catalanistas, lo que quede será una divertida broma llamada cambio de régimen constitucional. Nada más.                     

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