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José García Domínguez

El PSC está muerto

Con su crónica esquizofrenia identitaria, el PSC encarna al mismo tiempo el gran éxito y el gran fracaso del movimiento catalanista.

Con su crónica esquizofrenia identitaria, el PSC encarna al mismo tiempo el gran éxito y el gran fracaso del movimiento catalanista.

Es sabido que el diablo mandó colgar un cartel en la puerta del infierno que reza: "Perded toda esperanza". Y lo mismo cabría decir hoy a los muchos cándidos que de nuevo andan fantaseando con una ruptura entre PSOE y PSC. Nunca lo verán sus ojos. En política como en la vida, los matrimonios de conveniencia son los únicos que a la postre se revelan indisolubles. Y el contrato de gananciales que en su día, a inicios de la Transición, firmó el socialismo español con la izquierda catalanista no fue más que eso: una boda de interés. Por lo demás, no es ésta la primera vez, ni con toda seguridad habrá de ser la última, en que el derecho presunto a la autodeterminación lleva al PSC a romper la disciplina del grupo en las Cortes.

Nadie lo recuerda ya, pero cuando se redactaba la Constitución los diputados del PSC abandonaron el Parlamento para no tener que votar contra una enmienda en ese sentido del pionero entre los filoetarras que han pisado el Congreso, el fundador de Herri Batasuna Francisco Letamendía. Nada nuevo, pues, bajo el sol. Con su crónica esquizofrenia identitaria, el PSC encarna al mismo tiempo el gran éxito y el gran fracaso del movimiento catalanista. El gran éxito porque, a diferencia de lo que acontece en el País Vasco, la cultura del catalanismo ha logrado hegemonizar por completo el discurso político de las elites. De ahí que extramuros del consenso nacionalista ya apenas reste hueco para la marginalidad.

Y el gran fracaso porque la tarea histórica encomendada al PSC, esto es, la nacionalización de los descendientes de la masa inmigrante arribada en el último tercio del siglo XX, no se ha terminado de consumar. Razón de que la fractura civil larvada que ahora mismo vive Cataluña esté teniendo su primera expresión política en el derrumbe electoral de los socialistas. Recuérdese al respecto que, tras Lerroux, nunca la izquierda española tuvo capacidad de arrastre en la región. En la República, ese nicho ecológico lo ocupó la Esquerra, no el PSOE o los murcianos de la FAI. Casi un siglo después, la historia, mimética, se repite. Tras abrirse el melón secesionista, la Esquerra se vuelve a adueñar de la izquierda. El PSC está muerto. 

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