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José García Domínguez

El rojazo de Piketty y Cataluña

El economista más influyente en la izquierda mundial habla en su último libro del nacionalismo catalán en los términos más críticos y duros.

El economista más influyente en la izquierda mundial  habla en su último libro del nacionalismo catalán en los términos más críticos y duros.
Thomas Piketty | Cordon Press

La aparición en primera instancia del nombre de Steven Pinker, el famoso psicólogo canadiense autor de best sellers de vocación científica, en un manifiesto a favor de los separatistas catalanes, el lector lo recordará, ocasionó un revuelo entre sus seguidores locales que acabaría con una ulterior rectificación formal y la retirada de la firma en el documento. El caso de Pinker es uno más, el enésimo, de esa enciclopédica ignorancia cósmica a propósito de España y su realidad histórica que suele compartir la inmensa mayoría de los intelectuales mediáticos anglosajones (ninguno que no resulte ser anglosajón accede ya al codiciado olimpo de la influencia global), los selectos elegidos que sientan cátedra sobre lo humano y lo divino en los platós intercontinentales de televisión. De ahí que proceda celebrar la publicación, ahora también en español, de Capital e ideología, el último libro de Thomas Piketty. Aunque no porque vaya a revolver el gallinero panglosiano de los devotos del orden establecido. Piketty es un anticapitalista al que lee, y con atención, la élite capitalista de Occidente, algo que ningún rendido apologista del sistema resulta capaz de lograr ni por asomo. Pero yo no he venido aquí a vender su libro, que eso es asunto suyo, ni tampoco para glosar teorías económicas heterodoxas, cuestión que sospecho no me haría ganar demasiadas simpatías.

No, lo que hoy me interesa es otra cosa. El último libro de Piketty, un tratado de dimensiones disuasorias (más de mil páginas de apretada letra pequeña sin el clásico truco editorial de los rellenos de paja para hacer bulto), obra de una erudición histórica que asombra por lo desbordante, va a tener, lo está teniendo ya, un impacto notable entre los que crean la opinión de los que crean la opinión. Y no es un juego de palabras. Ese tocho monumental –exige un mínimo de medio año de lectura sosegada para recorrer todos sus capítulos con algún aprovechamiento– está ahora mismo encima de las mesas de lectura de las cátedras universitarias norteamericanas de Economía. Y también en los despachos de los directores de los grandes periódicos y revistas que consumen con atención devota las minorías rectoras que dan forma al establishment anglosajón. Por eso es tan importante para nosotros que en ese libro se hable, y en los términos más críticos y duros, del nacionalismo catalán. Y es que Piketty, acaso el economista más influyente a día de hoy en el ámbito de la izquierda mundial, aplica ahí su bisturí teórico a fin de hacer una autopsia intelectual de la mezquina miseria egoísta que se esconde en la trastienda del manido romanticismo cultural de los separatistas.

Por lo demás, en Capital e ideología no se explica nada que un español medianamente informado ignore. Como, por ejemplo, que el sentimiento identitario y secesionista de los habitantes de Cataluña está sospechosamente correlacionado con el nivel de renta y el nivel de estudios. Resulta que cuanto más dinero tienen los catalanes en el bolsillo y más patrimonio material y académico acumulan, más experimentan en el interior de su alma nacional la conmoción sagrada del país petit ocupado por els espanyols. La pulsión identitaria está demostrado estadísticamente que es un asunto de ricos en el caso de los pobladores del extremo noreste de la Península Ibérica. Cosas que aquí, salvo alguna progresía expatriada de Vallecas, sabe cualquiera, pero de las que el Pinker abajofirmante e indocumentado de turno no tiene ni la más repajolera idea. Somos el cuarto país de la Unión Europea, pero los grandes mandarines del pensamiento oficial anglosajón no saben mucho más del asunto catalán que de los indios misquitos de Nicaragua. Bienvenido sea pues el rojazo de Piketty.

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