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José García Domínguez

El talón de Aquiles de los chavistas

Dentro de apenas un mes, acaso antes, todos los vehículos de Venezuela, todos, dejarán de andar porque ya no habrá gasolina. Y ese "todos" también incluye a los tanques, barcos y aviones del Ejército Bolivariano.

Dentro de apenas un mes, acaso antes, todos los vehículos de Venezuela, todos, dejarán de andar porque ya no habrá gasolina. Y ese "todos" también incluye a los tanques, barcos y aviones del Ejército Bolivariano.
Cordon Press

Amén de Maduro y sus milicos, el principal y más crítico problema que va a afrontar Venezuela en breve será el desabastecimiento total de gasolina. Algo que llevará en muy poco tiempo al colapso definitivo, terminal, de lo que aún queda en pie de la economía de ese país, ante la imposibilidad material de abastecer de carburante a su parque móvil. Y es que, paradoja de las paradojas, Venezuela, uno de los principales productores de petróleo del mundo, no dispone ahora mismo ni de la tecnología ni de los recursos químicos y materiales necesarios para transformar ese petróleo en bruto que extrae de sus pozos en un fluido apto para su uso como combustible en vehículos de tracción a motor. Así las cosas, lo único seguro es que dentro de apenas un mes, acaso antes, todos los coches, camiones y motocicletas de Venezuela, todos, dejarán de andar porque ya no habrá gasolina para moverlos. Y ese "todos" también incluye a los tanques, barcos y aviones del Ejército Bolivariano.

Ese es el verdadero talón de Aquiles de los chavistas, que no el boicot financiero internacional del que tanto se habla y que tan poco daño real les podrá hacer, por la muy prosaica razón de que ya hace mucho tiempo que nadie le presta ni un céntimo al Gobierno de Maduro. Y sin que hubiera necesidad de declarar boicot oficial alguno. Ni siquiera los chinos le dan dinero a Maduro, porque no se fían de que lo pudieran recuperar. Los famosos créditos de China a Venezuela son en realidad transferencias financieras directas de Pekín a las empresas de su país que participan en los grandes proyectos de excavaciones mineras en el Arco del Orinoco. Maduro ve pasar todo ese dinero por delante de sus narices, pero los chinos no le dejan tocar ni un dólar. Ni uno. De ahí que el genuino catalizador de la crisis venezolana vaya a ser, casi tanto como la actitud final de los militares, la desaparición de la gasolina. Y no solo su desaparición, sino algo muchísimo más peligroso aún para Maduro. Porque la totalidad de la gasolina que consume Venezuela procede, de forma directa o indirecta, de una única empresa que se ha hecho famosa en las últimas horas: Citgo, el consorcio de propiedad estatal que posee nada menos que 16.000 surtidores en territorio de Estados Unidos (además de varias docenas de grandes refinerías de petróleo, también en suelo norteamericano).

Y Trump va a poner, ya lo está anunciando, Citgo en manos de Guaidó. Lo que significa que de facto toda la economía de Venezuela va a estar en manos de Guaidó, con independencia de lo que hagan o dejen de hacer por el camino los generales, los coroneles, los capitanes y hasta los sargentos de reemplazo. Citgo, la joya de la corona, compra petróleo pesado a Caracas, un petróleo que en sí mismo no sirve para nada, lo refina en Estados Unidos y lo comercializa allí, repatriando luego los beneficios. Unos beneficios, los de Citgo, que suponen el único ingreso serio y regular de divisas que hoy obtiene Venezuela. Al tiempo, vende desde Estados Unidos a su matriz en Caracas los disolventes químicos imprescindibles a fin de convertir en gasolina el petróleo pesado que extrae Maduro de sus pozos. Unos disolventes sin los cuales no puede exportar petróleo comercializable a nadie. Por tanto, perder Citgo significará para Maduro verse desposeído, y de una sola tacada, de todos los ingresos por divisas que recibe el país y de toda posibilidad de exportar petróleo a ningún lugar del planeta. Y con Venezuela entera, por si faltase algo, convertida de la noche a la mañana en un remake caribeño de Mad Max ante la ausencia súbita de combustible. ¿Jaque mate? Por desgracia, quizá no.

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