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José García Domínguez

En Galicia, mejor separados

Ciudadanos posee la capacidad muy real de espantar a muchos electores galleguistas del PP. Galleguistas de derechas que, como las meigas, existen.

Los gallegos somos como los pimientos de Padrón: algunos están castellanizados y otros no. Pero al margen de la histórica promiscuidad lingüística tan propia de la tierra, asunto que no genera las tensiones políticas de lugares distintos ante la evidencia palmaria de que tan indiscutiblemente gallegos resultan ser unos y otros, la pregunta que se suscita al contemplar un territorio con rasgos culturales tan acusados, mucho más intensos que los propios de Cataluña o el País Vasco al nunca haber recibido Galicia población significativa del resto de España, es la de por qué precisamente allí no existe un partido nacionalista de derechas. Aunque la respuesta se antoja evidente: esa fuerza no existe porque su espacio natural lo viene ocupando desde hace décadas el Partido Popular de Galicia. Y si no se entiende eso, no se entiende nada de la política gallega. Nada. Sin ir más lejos, no se entiende que cuando el PP nacional se hundía en todas partes, el PP de Galicia siguiese ganando elecciones sin apenas despeinarse, al rutinario modo.

Los partidos de gobierno, que son los fundados no para rendir culto eterno al tarro de las esencias sino para alcanzar el poder, siempre resultan ser coaliciones en la práctica, grandes agregadores de electores muy distintos y distantes que comparten, y por meras razones prácticas, una misma marca en las urnas. Es así en todas partes. Y siempre ha sido así. De ahí, por ejemplo, que el Partido Demócrata de Roosevelt, el del New Deal, captase el voto de los progresistas más a la izquierda del Este, socialistas y comunistas incluidos, al tiempo que era el preferido de los racistas blancos y reaccionarios del Sur, que también lo apoyaban. Una de las causas de que todavía hoy no exista un Estado del bienestar en USA es precisamente esa. Por lo demás, he ahí la razón profunda de que, a diferencia de lo que ocurre con las matemáticas, en la aritmética política muy raramente suceda que 1+1 sumen 2. Pues muy, muy raramente acontece tal cosa.

Recuérdese, sin ir más lejos, el notable batacazo del PSOE cuando se le ocurrió concurrir compartiendo papeleta con Izquierda Unida. O, yendo mucho menos lejos aún, los muy mediocres resultados de la coalición Junts per Catalunya, que no logró sumar ni de lejos los apoyos anteriores de ERC y el PDeCAT por separado, al desertar muchos electores de la Esquerra hacia la CUP. Se podrían inventariar otros mil ejemplos de idéntico tenor. Al argumento de que a Feijóo le podrían faltar cuatro votitos de nada para obtener la absoluta, cuatro votitos de nada que cabría que aportase Ciudadanos, procede replicar que Ciudadanos posee la capacidad muy real de espantar a muchos electores galleguistas del PP. Galleguistas de derechas que, como las meigas, existen. Y que no son cuatro gatos mal contados. Esos no. Feijoó nada quiere saber, y hace muy bien, de una coalición formal con la marca de Arrimadas en Galicia. Cosa bien distinta, sin embargo, sería que su candidatura incorporase a alguna figura independiente de la sociedad civil gallega identificable con el espacio que representa Ciudadanos, alguien como Cristina Losada, entre otros. Sin duda, sería la mejor opción. Y hay tiempo para considerarla. Quince días por más señas.

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