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José García Domínguez

Éxito absoluto

Lo último que desearían las jerarquías sindicales, muy cartesiano sanedrín donde no abundan los pilotos suicidas, sería enviar a la lona de un zurdazo a ese púgil definitivamente grogui que responde por Zapatero.

Que suponga extraña paradoja no hace que sea menos cierto. La huelga ha constituido un éxito absoluto precisamente por encarnar un fracaso más que relativo. Los señores Fernández Toxo y Méndez, sus promotores, han logrado un triunfo rotundo, sin paliativos, y procede felicitarlos por ello. A fin de cuentas, el precario seguimiento de la convocatoria les ha permitido salvar los muebles de la izquierda gobernante, su supremo objetivo inconfeso. Y es que lo último que desearían las jerarquías sindicales, muy cartesiano sanedrín donde no abundan los pilotos suicidas, sería enviar a la lona de un zurdazo a ese púgil definitivamente grogui que responde por Zapatero. Han sabido conjurar el riesgo de otro 14-D con un país de verdad paralizado, algo que se habría llevado por delante a la veleta errática que mora en La Moncloa. De sobra lo saben en Comisiones y UGT.

Al tiempo, como auguró una de las plumas más lúcidas de El País, José María Ridao, aunque renqueante, misérrimo y precario, el alcance nacional del paro también ha reportado una victoria estratégica al Gobierno. Difuminada aquella aura épica que aún los adornaba al salir de la dictadura; deslegitimados ante el genuino proletariado contemporáneo, los jóvenes parias condenados al circuito de los contratos-basura; corrompidos sus principios hasta el tuétano por el dinero del Poder, los sindicatos podrían haber sufrido el miércoles un quebranto irreversible, de haber constituido un fiasco categórico la jornada. Para alivio de sus angustiados padrinos políticos, no ha sido el caso.

Así que también al Ejecutivo le sobren motivos de felicidad a estas horas. Al final, pues, unos y otros han logrado cuadrar los círculos de sus respectivas incoherencias. Y tal vez algo, bastante más. Repárese en que a Elena Salgado le ha faltado tiempo con tal de remitir su particular piquete informativo a los oídos gremiales. Un guiño, ese suyo, que recuerda mucho aquello tan célebre de Romanones: "Haga usted las leyes que ya haré yo los reglamentos". ¿Cómo interpretar, si no, que "lo fundamental" de la reforma laboral seguirá adelante, la estupefaciente capitulación retórica que pronunció en el pleno del Congreso? A saber qué significará la voz "fundamental" en la gramática parda del Adolescente. ¿Acaso que se impondrán los sindicatos y, por tanto, perderá la clase obrera? Veremos.

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