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José García Domínguez

Hablamos demasiado en español

No se cansan nunca de repetir la misma matraca. Nunca. Jamás. Nos vencerán por puro agotamiento.

La consejera de lo que la Generalitat tiene por cultura, una señora muy puesta y arreglada cuyo nombre tampoco recuerdo hoy, acaba de deponer en la tribuna del Parlament que allí se habla demasiado en español, asunto que, según parece, le causa algún que otro trastorno intestinal. De los peronistas decía Borges que no son buenos ni malos, sino simplemente incorregibles. Y con los catalanistas pasa una cosa parecida, porque da igual que se digan de derechas o de izquierdas, que en el fondo es lo de menos. Pues lo que en verdad retrata a los catalanistas es lo muy pesados que consiguen ser siempre. Más que pesados, pesadísimos. Los catalanistas encarnan la genuina quintaesencia ontológica de la pesadez. Nadie sabe lo que es aguantar un coñazo insufrible hasta el día aciago en el que un nacionalista catalán se le acerca con afán de evangelizarlo en la única fe nacional verdadera. Yo, que los tuve que padecer desde bien niño, no creo que haya nada en el mundo más definitivamente pesado que un catalanista.

Así, la señora esa, que creo que es de una comarca de Gerona o por ahí, nos vino a repetir por millonésima vez la cantinela cansina de la lengua propia, que es la buena y fetén, y la lengua impropia, que es la de los colonos de Cornellà y las chachas de Pedralbes. No se cansan nunca de repetir la misma matraca. Nunca. Jamás. Nos vencerán por puro agotamiento. Por lo demás, la salud gástrica de la consejera no corre un peligro mayor a estas horas, más bien todo lo contrario. Y es que poco castellano, muy poco, van a tener que padecer sus delicados tímpanos a partir del próximo otoño. Tras la heroica huida rumbo a Madrid en busca de mejores puestos de trabajo de la plana mayor de Ciudadanos, el partido al que procede reconocer que rompió el tabú que prohibía usar la lengua del servicio en el hemiciclo doméstico, el PSC, que ya se apresta a ocupar sus escaños, volverá a reimplantar por la vía de los hechos consumados la pax vernácula pujoliana. Contraiga el vientre consejera, que ya queda menos.

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