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José García Domínguez

¿Hay algún futuro para Vox?

Quien lo tiene difícil de verdad es Abascal, no Casado.

Quien lo tiene difícil de verdad es Abascal, no Casado.
EFE

¿Quién se acuerda hoy de lo que votó el PSOE cuando la moción de censura de Podemos? Nadie. Como tampoco nadie se acordará dentro de un mes, si no dentro de quince días, de lo que haga o deje de hacer Casado con la de Vox. Vivimos en la civilización de la memoria de pez, una era germinal en la que la política, convertida ahora en una rama de la industria del entretenimiento y el espectáculo audiovisual, es incapaz de mantener la atención del público más allá de la excitación inmediata del último tuit o el penúltimo zasca. En el siglo pasado, tras la moción legendaria de Felipe González quedó entreabierta la puerta de la Moncloa para él. Tras esta que viene solo quedarán una docena de memes en el programa de Wyoming y, con suerte, algún trending topic. Apenas eso. Pero, más allá de esos quince minutos de gloria televisiva que esperan a Santiago Abascal y a su candidato local a la Generalitat, quizá sea este el momento procesal oportuno para preguntarse qué futuro tiene Vox. Porque no creo que suponga un secreto para el propio Abascal que su partido no va a ganar nunca unas elecciones generales en España. Igual que tampoco las ganará nunca Podemos, como bien sabe el vicepresidente Iglesias.

Por tanto, entusiasmos juveniles y devociones militantes al margen, la cuestión pertinente sería averiguar si Vox, tal como le ocurre hoy a Podemos, devendrá capaz en el futuro de condicionar la acción de gobierno de un Ejecutivo del PP, que más pronto o más tarde tendrá que llegar. Todo lo que no sea eso es fantasear. Y a la política conviene ir con las fantasías adolescentes superadas. Y si no que se lo pregunten a Rivera. Abascal conlleva ahora mismo una piedra en el zapato que, por cierto, no se llama Pablo Casado. Porque el genuino problema de Vox no es tanto el Partido Popular como la psicología profunda de la derecha sociológica española. Un electorado, el conservador, que tiende siempre a hacer un uso estratégico del voto. A la derecha de a pie le puede gustar mucho la caña, sin complejos y cuanto más brava mejor, pero acabará votando al PP si intuye que Vox, como pasó con Ciudadanos, se convierte en un impedimento para que lo que no es izquierda retorne al poder. Desengáñense los enterados: quien lo tiene difícil de verdad es Abascal, no Casado.

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