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José García Domínguez

¡Joder!, ¡hostia!... los odiaba tanto

Yo, después de hacer lo que hacía, me quedaba como un señor y dormía como un rey. O sea, no tenía ningún problema, ninguno. Ningún pensamiento de decir: ¡hostia!, ¡joder!, que he hecho esto y... Qué va, qué va, qué va.

Con el tiempo también se acaba convirtiendo en una rutina más, otra igual a tantas de la vida; pero la primera vez siempre es distinta, se siente algo muy especial. Y él, claro, recuerda todos los detalles de la suya, hasta los más nimios; como si hubiera ocurrido sólo hace un momento, como si aún estuviese manando la sangre por la nuca de aquel hombre: "Joder, fue algo... no sé, inexplicable o no sé. O sea, fuimos a por una persona, un conocido además, y en vez de dispararle desde donde estaba yo, o sea a una distancia de unos cinco o seis metros, salí corriendo hacía él. O sea, como si, no sé, como si digo: ¡joder, no le voy a dar desde aquí! Entonces salí corriendo hacia él. Le odiaba tanto a esa persona, le odiaba tanto, le odiaba... era tanto el odio que tenía contra él, que digo: ¡Dios, no se me escapa! No se me escapa; y fui".

Así de simple: le odiaba y no se le escapó. Después iría a por otros a los que también odiaba y que tampoco se le escaparían. Porque él tenía las cosas muy claras: "O sea, tenía las cosas bastante claras. Yo, después de hacer lo que hacía, me quedaba como un señor y dormía como un rey. O sea, no tenía ningún problema, ninguno. Ningún pensamiento de decir: ¡hostia!, ¡joder!, que he hecho esto y... Qué va, qué va, qué va. Hoy mismo, por odio igual podría hacer lo de antes, no lo sé, pero sin odio sería incapaz. O sea, si no es por odio no soy capaz de hacerlo". Y es que él no era un visceral como el Otegi, el Rufino y el resto de la basca. Por eso, al salir del mako, como se le pasó algo lo del odio, pues tiró para el caserío y a otra cosa. Mira que incluso accedió a rajar ante la grabadora de Fernando Reinares, ese experto antiterrorista que Rubalcaba acaba de expulsar del Ministerio.

Pero, oye, lo dicho, problemas y eso, ninguno, jamás: "Y no he tenido además ningún remordimiento de conciencia. O sea, de decir, bueno, matas a una persona y ¡hostia!... En ningún momento. Porque actuaba en ese momento por odio. O sea, si no es el odio el que me guiaba, seguramente no sería capaz de hacerlo". De ahí que ahora vea el proceso desde otra perspectiva, con más racionalidad y tal: "Hoy en día sí me lo pensaría más de una vez. Hoy en día, además, soy incapaz de pegar a un perro. Y en cambio, pues eso, si me hace algo el perro, lo machaco, soy capaz de arrancarle el cuello. Y hoy en día me dicen: tienes que matar a un guardia civil; y digo: ¡chiiist!, espera, espera un momento. Primero, a ver cómo es, luego decidir quién es, cómo. O sea, valoro otras cosas. Ya no me guiaría por el odio". O sea, ¡joder!, ¡hostia!, que ya no es el de antes.

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