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José García Domínguez

Las Cuatro Leyes de la Necedad Humana

esa multitud persuadida de que ganar el aplauso de una Asamblea formada en su inmensa mayoría por sátrapas, vampiros, cleptómanos y negreros profesionales constituye un supremo triunfo diplomático

Una vez leída, releída, subrayada y anotada la doctrina que acaba de recetar el Gobierno de España en la Asamblea de la ONU, a cualquier hombre juicioso y en sus cabales se le antojan dos propósitos urgentes. De entrada, abrir el Antiguo Testamento y volver a maravillarse con su premonitoria clarividencia: “Stultorum infinitus est numerus”. Luego, iniciar más pronto que tarde las gestiones para impulsar la candidatura de Carlo Maria Cipolla al Nobel. Porque, tal como en el caso de Einstein, la desviación de Mercurio en relación a la órbita fijada por las leyes de Newton demostró que él estaba en lo cierto, la perorata moratinesca de ayer certifica empíricamente la veracidad de los postulados del italiano. Me refiero, obviamente, a las célebres Leyes Fundamentales de la Necedad Humana que descubriera ese gran historiador de la economía.
 
Recordémoslas. La Primera Ley Fundamental del genio toscano afirma: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima la cifra de individuos necios que circulan libremente por este planeta. Bien, pues desde hoy, ya tenemos su contraste práctico: esa multitud persuadida de que ganar el aplauso de una Asamblea formada en su inmensa mayoría por sátrapas, vampiros, cleptómanos y negreros profesionales constituye un supremo triunfo diplomático.
 
Reza su Segunda Ley Fundamental, también llamada ley de hierro, ya que no admite excepciones: La probabilidad de que un individuo determinado sea necio es independiente de cualquier otra característica de la misma persona. Trátase, como se ve, de una norma que enmienda el atavismo decimonónico de considerar de modo igualitario a la Humanidad. Así razonaba su creador esa revolucionaria intuición: “Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son todos iguales, de que algunos son lerdos y otros no”. Y qué mayor prueba de tan gran verdad científica que esa multicultural constante, llamémosla Alfa, que se dio en el número de los entusiastas de la Alianza de Civilizaciones y del diálogo como forma de resolver las charlas, repartidos tan por igual entre todas las razas, credos e ideologías presentes en la Cumbre.
 
La Tercera Ley Fundamental prescribe: Una persona necia es un individuo que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. Dicho de otro modo: Siempre existirá alguien capaz de elegir, entre los seis mil millones de habitantes que abarrotan este planeta, justamente a Lula da Silva, rey de la sirla, emperador del trinque, comendador de los choris y gran maestre de los juláis para, a su diestra, pontificar sobre la humana miseria.
 
Por fin, postula la Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de los necios. Mas está última ya va para dos años que fue confirmada. Dieciocho meses, para ser exactos.

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