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José García Domínguez

Lo que se enseña en nuestras "madrassas"

Lo insólito no es que siete muslimes iluminados estuvieran dispuestos a reventar por los aires en nombre de Alá, el clemente y misericordioso. Lo verdaderamente raro es que no hagan lo mismo nuestros hijos en nombre de su profesor de Historia y de las editoriales Santillana y Viçens Vives. Si el lector cree que exagero, le invito a que repita el ejercicio que me he impuesto antes de empezar a escribir este artículo: repasar durante una hora el material escolar aprobado por el Ministerio de Educación que usan los alumnos de primero de Bachillerato para estudiar la situación del mundo contemporáneo.
 
Tal vez lo supieran el Tunecino, el Chino y el Mowgi, pero yo ignoraba que esos dos millones de nuevos votantes que han llevado a la Moncloa a ZP, además de estudiar matemáticas y física, hubieron de empollarse a Ignacio Ramonet y a Martín Seco, entre otras lumbreras de similar calibre intelectual. En el manual de la editorial de Polanco, Seco explica que el librecambio es malo y crea problemas ecológicos; o sea, si usted se encuentra por ahí a un zascandil imberbe defendiendo el trueque y el arado romano como alternativa a las cosechadoras yanquis, no le quepa duda: estará ante un bachiller LOGSE. Por su parte, Ramonet se inventa que treinta millones de personas mueren de hambre cada año en el mundo (eso significaría la mitad del total de las defunciones en el planeta, lo que implicaría a su vez que en un país pequeño en el que coman todos, por ejemplo España, los muertos anuales se deberían contar con los dedos de una mano). Esos adolescentes, que son los mismos que exigían saber quién había sido el autor del atentado durante la jornada de reflexión, también han aprendido en sus libros de texto que los culpables del hambre en el mundo se escondían en las Torres Gemelas de Nueva York. Porque hasta el más tonto de la clase es capaz de entender por qué se escogió la foto de los atentados del 11-S para ilustrar las enseñanzas de Ramonet sobre la cruel injusticia que provoca el capitalismo.
 
De todos modos, por si quedase algún zote que aún no lo hubiera comprendido, el libro de Viçens Vives remacha la idea. El 11-S, explica, fue un atentado contra “el corazón de las finanzas”. Y el “nuevo tipo de violencia” que representa es consecuencia “del apoyo americano a la causa de Israel y la continua humillación y sumisión del pueblo palestino”. Eso ocurre porque “con la desaparición de la URSS, los Estados Unidos se han convertido en el gran gendarme mundial para intervenir militarmente y reorganizar el nuevo orden internacional según sus intereses”. Nuestros escolares asimismo memorizan que Norteamérica dispone de cómplices serviles para llevar a cabo ese objetivo. Han de saber que, tras la Guerra del Golfo, “Estados Unidos se confirmó como gendarme mundial y demostró su poder para movilizar a un gran número de naciones con el propósito de intervenir allí donde sus intereses se pusieran en peligro”.
 
Los alumnos que quieran nota, deben recordar que aquella guerra fue causada por la invasión iraquí de Kuwait, “un pequeño Estado gobernado por una monarquía prácticamente feudal, bajo el dominio económico de los Estados Unidos”. No sólo eso. Además, habrán de creer que la consecuencia para los iraquíes fue “tener su petróleo embargado, hecho que les impidió conseguir recursos para comprar alimentos, o medicinas imprescindibles para la población”.
 
Pero si su hijo se presenta en casa con un sobresaliente en Historia Contemporánea, entonces tendrá motivos para empezar a preocuparse de verdad. Porque, además de lo anterior, el niño habrá demostrado saber que ese entorno mundial “ha alimentado el surgimiento de movimientos de resistencia a la uniformización y aculturización de las sociedades de tradición islámica”. Su vástago tendrá interiorizado que “las nuevas generaciones formadas después de la descolonización han defendido la recuperación de sus valores autóctonos”. Y que los integristas, esos respetables defensores de la tradición, cometen de vez en cuando algún exceso pero, tal como expone el manual de Santillana, lo hacen empujados por “la desesperación que provocan la pobreza y el sentimiento de sumisión en sectores sociales del Tercer Mundo”.
 
Si le ha sacado matrícula de honor, admita una certeza: su heredero está firmemente convencido de que “no se debe olvidar que el epicentro de este fenómeno es el conflicto de Israel, Estado que tiene el apoyo de Occidente, mientras el pueblo palestino no dispone del apoyo de ninguna de las grandes potencias internacionales”.
 
En ese caso, consuélese: lo más probable es que cuando su chico no esté en el colegio complemente su formación leyendo El País y conectándose a los informativos de Telecinco.

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