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José García Domínguez

Los desertores de Colau

Los lacitos amarillos en la Plaza de San Jaime le han salido carísimos a Colau en el Eje del Besos. Carísimos. Aunque no tanto como si ahora se plegara a pactar con la Esquerra. Ella verá.

Los lacitos amarillos en la Plaza de San Jaime le han salido carísimos a Colau en el Eje del Besos. Carísimos. Aunque no tanto como si ahora se plegara a pactar con la Esquerra. Ella verá.
EFE

Inmaculada Colau y sus comunes, esa izquierda de la izquierda que llevaba cuatro años gobernando Barcelona, la segunda concentración urbana de la Península Ibérica, siguen aún a estas horas sin entender lo que les ha pasado. Y es que si la izquierda convencional, la socialdemócrata, es el bien, el bien a secas, ellos, la izquierda de la izquierda, son el Bien con mayúsculas. Y el Bien con mayúsculas resulta que no ha conseguido ser la opción más votada en los últimos comicios locales. Una votación que han ganado, por los pelos pero ganado a fin de cuentas, los nacional-populistas de la Esquerra. Desolada perplejidad, esa de los comunes, que se acrecienta aún más al constatar que su derrota relativa se gestó allí donde menos lo esperaban: en los barrios más pobres y degradados de la periferia extrema, los mismos que en 2015 habían hecho posible que Colau ocupase la alcaldía. En la Ciudad de los Prodigios, los habitantes de la zona alta, que es donde moran los ricos locales desde hace cien años, han seguido votando, como siempre, a Ciudadanos y al PDeCAT. Y algo más abajo, en el Ensanche, el hábitat natural de las clases medias autóctonas desde hace también un siglo, es donde esta vez ha impuesto su ley el viejo partido de los tenderos racistas. Hasta ahí, todo más o menos previsible.

Pero en los barrios en verdad duros, esos que nunca ven los turistas, los que conforman el Eje del Besós, resulta que los moradores han decidido abandonar a su Ada benefactora contra todo pronóstico. Aunque para ser rigurosos con el lenguaje procedería no hablar de simple abandono, sino de auténtica deserción en masa. El Eje del Besós, la Barcelona invisible de los pobres de verdad, se ha reconciliado en estas municipales con su partido de toda la vida, el PSC, en detrimento de los comunes. Esos cinco mil fatídicos votos que le ha sacado Maragall a Colau proceden justo de ahí, de la Barcelona olvidada cuyas calles ningún buen burgués doméstico ha pisado jamás. Los comunes no entienden lo que les ha pasado en el Eje del Besós porque lo que no entienden es cómo funciona la naturaleza humana. Colau se ha volcado con esa zona, la más deprimida de la ciudad con diferencia, durante todo su mandato. Si se conserva una mínima honestidad intelectual al evaluar su gestión en ese territorio tan precarizado, procede admitir que el Ayuntamiento ha hecho un esfuerzo financiero notable, volcando recursos de todo tipo allí. El Besós era su particular joya de la corona.

La alcaldesa ha invertido 150 millones de euros en un plan específico para reducir las desigualdades en los 16 barrios más necesitados del municipio. Inversiones que, en el caso del Eje del Besós, se complementaron con muy costosas ayudas adicionales a lo largo del último cuatrienio. ¿El resultado? El PSC se ha impuesto a los comunes en 13 de los 16 barrios beneficiados por esos planes especiales. En 13 de 16. Los comunes siguen a estas horas frotándose la cabeza ante su definitiva incapacidad para entenderlo. Y, sin embargo, un sencillísimo ejercicio estadístico, el que establece el grado de correlación lineal entre los votos al PSC en esos 16 barrios de Barcelona y el porcentaje de ciudadanos registrados en las mismas secciones censales que han nacido fuera de Cataluña, resuelve el misterio. Y en el acto. Los comunes han destinado decenas y decenas de millones de euros a esa Barcelona postergada, la misma que habla muy mayoritariamente castellano y se siente, también muy mayoritariamente, española. Pero esa España catalana no vende su identidad a cambio de dinero. Los lacitos amarillos en la Plaza de San Jaime le han salido carísimos a Colau en el Eje del Besos. Carísimos. Aunque no tanto como si ahora se plegara a pactar con la Esquerra. Ella verá.

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