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En todas partes, el socialismo es buena conciencia más subvenciones. Pero el español se define por algo más que lo hace específico y genuino. Es ese cóctel de mitomanías adolescentes, ignorancia económica y fariseísmo moral que Felipe González supo aderezar para suplir la indigencia ideológica de las siglas que lo llevaron al poder. Y si algo se debe reconocer al gobierno de Zapatero es la fidelidad absoluta a esas señas de identidad con las que el sevillano construyó un partido a su imagen y semejanza. Sólo una guinda han osado añadir al mejunje de siempre. Porque si para Lenin la revolución era la colectivización más la electricidad, para éstos es lo de Felipe más una sonrisa.
 
La primera vez que pisaron moqueta les faltó tiempo para darles matarile a Lasa, a Montesquieu, a Zabala y a otros veintiuno que pasaban por allí. Fue entonces cuando le entró a ZP la risita tonta que aún le duraba ayer. Esa mueca rutinaria que compuso ante Fox para expresar su "rechazo radical" a las torturas cuando se producen en las cárceles iraquíes. La misma que se dibujó en el rostro de la vicepresidenta Fernández al saber que el Fiscal General de Estados Unidos cree que "pásalo" es el único lema electoral que le han robado en toda su vida a Pepiño Blanco. Idéntica a la que esbozó Cristina Narbona para explicar en el Parlamento que ella está por la versión posmoderna del regeneracionismo de Joaquín Costa, que son los trasvases, sí, pero de agua salada.
 
Que José Solís Ruiz fue un visionario, años luz por delante de su época, es lo que ha quedado claro en estos dos últimos meses. Que lo que viene es el Régimen de la Sonrisa, también. Lo que no se ha sabido hasta hace unas horas es de quién se reían. Y ha tenido que salir a la palestra la Trujillo para aclararlo. Con el semblante iluminado por el buen humor que le exige su empleo, la ministra acaba de exponer cómo se compagina la contención del déficit público con el mantenimiento de la presión fiscal a la vez que se disparan las transferencias sociales y la inversión pública. Pues resulta que es muy sencillo: se consigue recurriendo a "soluciones habitacionales".
 
Hay dos precedentes en los que, por lo que parece, se piensa inspirar el Ejecutivo para implementar las soluciones que ha empezado a revelar Trujillo. Son por este orden el país de Allende y el de las Maravillas. No hay que olvidar que en el país de Allende (Salvador) se procedió alegremente a imponer la deconstrucción, como diría Maragall, del consenso constitucional sin ni siquiera tener la mayoría simple en las dos Cámaras. Pero las risas de Trujillo parecen inspiradas por el otro país de Allende, el de Isabel. Porque lo que el Ministerio de la Vivienda piensa ofrecer finalmente a los que creyeron en el programa electoral del PSOE es la casa de los espíritus. Anualmente, El Ministerio proveerá ciento ochenta mil viviendas imaginarias que podrán ocupar inmediatamente las almas en pena de los jóvenes cuyos tristes cuerpos mortales seguirán habitando en el hogar paterno hasta las calendas griegas. Por fin, con las "soluciones habitacionales", todos podrán tener el piso de sus sueños. Y es que esta vez es cierto que la imaginación ha llegado al poder.

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