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José García Domínguez

Los separatistas no quieren el indulto

Pedro Sánchez acaba de tomar una decisión firme que podría costarle la Moncloa.

Pedro Sánchez acaba de tomar una decisión firme que podría costarle la Moncloa.
EFE

Pedro Sánchez acaba de tomar una decisión firme, la de los indultos a esos catalanes, que podría costarle la Moncloa. Y es que da la sensación de que al presidente se le ha pasado por alto la muy clamorosa evidencia palmaria de que la mayoría de los diputados independentistas en el Parlament resulta ser abiertamente contraria a los indultos que pactó en su día con Esquerra Republicana de Catalunya. Aunque parezca inaudito, yo creo que Pedro Sánchez todavía a estas horas no se ha detenido a hacer números y comprobar que hay 40 diputados separatistas, 32 de lo de Puigdemont más 8 de la CUP, abiertamente contrarios a sus medidas de gracia, frente a solo 33, los de la Esquerra, proclives a suscribirlas si bien con el preceptivo disimulo escénico frente a su clientela.

Una defendía numérica que acaso no tuviera mayor importancia si no fuese por otro pequeño detalle de alcance estratégico, a saber: Junts per Catalunya y la muchachada rural de la CUP, las marcas que agrupan a esa mayoría de 40 diputados disidentes, se juegan, y a medio plazo, su propia supervivencia si el escenario de confrontación con la legitimidad española que encarna el Gobierno central diera paso a otra coyuntura definida por cierta normalidad. Ese alto mando de la cuarta guerra carlista sin trabucos que dirige Puigdemont desde Waterloo lo puede aguantar todo, absolutamente todo, menos la concordia institucional entre Madrid y Barcelona. Y a los agroescamots de la CUP les sucede otro tanto de lo mismo. Con todas las salvedades históricas que el lector quiera introducir, hay elementos en este asunto del indulto que recuerdan la legalización del Partido Comunista por Suárez y los reformistas que ansiaban desmantelar el franquismo desde dentro. El éxito de aquella operación tan delicada iba a depender en última instancia de la moderación de Carrillo y su gente. Una moderación, como luego se comprobó, que era real y sincera. Igual que real y sincera puede resultar ahora la de la Esquerra. Pero es que Carrillo no estaba en minoría dentro del comunismo organizado español. A diferencia de Aragonès y Junqueras, que sí lo están. Sánchez acaba de cometer su primer error. Y puede que también el último.

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